martes, 15 de diciembre de 2015

River vuelve a ser River








Por: Felipe Maldonado Jacobsen
@fmaldonado10


River Plate estuvo muy cerca de repetir la hazaña de la Copa Sudamericana, eliminado en semifinales por Huracán el pasado 26 de noviembre. Si bien el equipo ha perdido en lo futbolístico -muestra del desgaste normal que sufren los grupos que han alcanzado el éxito- la solidez institucional de River está intacta y en crecimiento. Y es aquí donde se abren los interrogantes: ¿Cómo fue el camino para sacar a River del infierno? ¿Qué llevó a River al Olimpo? 

En junio de 2011 River estaba condenado al descenso. Las malas decisiones de la administración de Aguilar y la pésima gestión de Pasarella, dejaron como consecuencia la tragedia jamás imaginada. Sin embargo, y a pesar del ascenso al año siguiente de la pesadilla, este no sería el fondo de la debacle.  La pérdida de identidad y el abandono del club como consecuencia de la arrogancia de algunos dirigentes, dejaban a River desangrado.

Finalmente y luego de haber sido derrotado por cuatro votos en las elecciones de 2009, Rodolfo D’Onofrio asumió como presidente de River en diciembre de 2013. “Soy uno más de ustedes pero con una responsabilidad enorme. Que vuelva la alegría.” Dijo como si volviera a nacer.

D´Onofrio,  socio vitalicio y egresado de Ciencias Económicas de la UBA, soñó con la presidencia del club en 2003 cuando River perdía con Boca en el Monumental. “Vi que Boca jugaba como River y que la hinchada de River gritaba “¡huevo, huevo!”. Ese día se dio cuenta  de que el club se estaba hundiendo y que peor aún, estaba perdiendo la identidad que siempre lo hizo grande.

Empezó la nueva gestión de un club que estaba destruido hasta la esencia y con serios problemas financieros. Se habían librado cheques por más de diez millones de dólares en los últimos días de Pasarella y en los estados financieros aparecieron deudas que superaron los cuarenta millones. Para D´Onofrio y su equipo, que no cobraron un peso en los primeros seis meses, sería el desafío de la vida.

Comenzaba la revitalización institucional. José Pablo Brito y Matías Patanian asumieron como vicepresidentes y como gerente general se nombró a Gustavo Silikovich. El plan estratégico abarcó un proyecto deportivo con Enzo Francescoli como director, fundamentado en la calidad de los jugadores y las divisiones inferiores, ratificando a Ramón Díaz como entrenador. Se redujeron los gastos y se invirtió en la profesionalización del área de marketing. De la mano de Santiago Traynor, actual director comercial, se potenció la marca River a partir de iniciativas como tiendariver.com  y “Somos River”, la plataforma para promocionar el “Documento Riverplatense”.

Con la llegada de Gallardo se consolidó la fortaleza institucional que está marcando una era. En lo deportivo, River volvía a encantar con su juego,  ganando además la Sudamericana, la Libertadores, la Recopa y la Suruga Bank. En lo administrativo, se duplicaron los ingresos de los sponsors y más importante aún, se recuperó la cultura deportiva del club. “Un equipo de fútbol es el reflejo de lo de arriba: socios, hinchas y directivos” dijo D´Onofrio, ratificando su afirmación reflejada en una cohesión institucional absoluta.

Hoy vive un River despolitizado. Se recuperó la identidad y se erradicó el ego y los intereses personales que tenían al club en el abismo. Se viene Japón y la posibilidad de seguir expandiendo la marca. Se esperan más de quince mil hinchas en el Estadio Nagal para el debut del “Millonario” el miércoles en la madrugada, todo un récord en la historia de los equipos argentinos en competencia intercontinental.

El equipo viajará con las aspiraciones que debe tener el campeón de América, sin embargo, los resultados seguramente no determinarán lo alcanzado por los jugadores y mucho menos lo de los dirigentes, que supieron interpretar el significado del compromiso. De darse la clasificación a la final con Barcelona (asumiendo que el equipo de Luis Enrique no tendrá problemas en fase semifinal), River tendrá la recompensa de un proceso que tiene que ser modelo en Sudamérica. Así que, como se mencionó previamente, el eventual resultado de la final del 20 de diciembre en Yokohama no sería un condicionante para calificar la tremenda campaña –deportiva y administrativa- que ha alcanzado con mérito River Plate.  Quizá tampoco condicione los proyectos futuros de una institución que encontró la estabilidad y que una vez más supo demostrar porque es la más grande, lejos.

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