Por: Felipe Maldonado
Jacobsen
@fmaldonado10
River Plate estuvo muy cerca de repetir la hazaña de la Copa
Sudamericana, eliminado en semifinales por Huracán el pasado 26 de noviembre.
Si bien el equipo ha perdido en lo futbolístico -muestra del desgaste normal
que sufren los grupos que han alcanzado el éxito- la solidez institucional de
River está intacta y en crecimiento. Y es aquí donde se abren los interrogantes:
¿Cómo fue el camino para sacar a River del infierno? ¿Qué llevó a River al Olimpo?
En junio de 2011 River estaba condenado al descenso. Las
malas decisiones de la administración de Aguilar y la pésima gestión de
Pasarella, dejaron como consecuencia la tragedia jamás imaginada. Sin embargo,
y a pesar del ascenso al año siguiente de la pesadilla, este no sería el fondo
de la debacle. La pérdida de identidad y
el abandono del club como consecuencia de la arrogancia de algunos dirigentes,
dejaban a River desangrado.
Finalmente y luego de haber sido derrotado por cuatro votos
en las elecciones de 2009, Rodolfo D’Onofrio asumió como presidente de River en
diciembre de 2013. “Soy uno más de
ustedes pero con una responsabilidad enorme. Que vuelva la alegría.” Dijo
como si volviera a nacer.
D´Onofrio, socio
vitalicio y egresado de Ciencias Económicas de la UBA, soñó con la presidencia
del club en 2003 cuando River perdía con Boca en el Monumental. “Vi que Boca jugaba como River y que la
hinchada de River gritaba “¡huevo, huevo!”. Ese día se dio cuenta de que el club se estaba hundiendo y que peor
aún, estaba perdiendo la identidad que siempre lo hizo grande.
Empezó la nueva gestión de un club que estaba destruido hasta
la esencia y con serios problemas financieros. Se habían librado cheques por más de diez millones de dólares
en los últimos días de Pasarella y en los estados financieros aparecieron
deudas que superaron los cuarenta millones. Para D´Onofrio y su equipo, que no
cobraron un peso en los primeros seis meses, sería el desafío de la vida.
Comenzaba la revitalización institucional. José Pablo Brito y
Matías Patanian asumieron como vicepresidentes y como gerente general se nombró
a Gustavo Silikovich. El plan estratégico abarcó un proyecto deportivo con Enzo
Francescoli como director, fundamentado
en la calidad de los jugadores y las divisiones inferiores, ratificando a Ramón
Díaz como entrenador. Se redujeron los gastos y se invirtió en la
profesionalización del área de marketing. De la mano de Santiago Traynor,
actual director comercial, se potenció la marca River a partir de iniciativas
como tiendariver.com y “Somos
River”, la plataforma para promocionar el “Documento Riverplatense”.
Con la llegada de Gallardo se consolidó la fortaleza
institucional que está marcando una era. En lo deportivo, River volvía a
encantar con su juego, ganando además la
Sudamericana, la Libertadores, la Recopa y la Suruga Bank. En lo
administrativo, se duplicaron los ingresos de los sponsors y más importante
aún, se recuperó la cultura deportiva del club. “Un equipo de fútbol es el reflejo de lo de arriba: socios, hinchas y
directivos” dijo D´Onofrio, ratificando su afirmación reflejada en una
cohesión institucional absoluta.
Hoy vive un River despolitizado. Se recuperó la identidad y
se erradicó el ego y los intereses personales que tenían al club en el abismo.
Se viene Japón y la posibilidad de seguir expandiendo la marca. Se esperan más
de quince mil hinchas en el Estadio Nagal para el debut del “Millonario” el
miércoles en la madrugada, todo un récord en la historia de los equipos
argentinos en competencia intercontinental.
El equipo viajará con las aspiraciones que debe tener el campeón
de América, sin embargo, los resultados seguramente no determinarán lo
alcanzado por los jugadores y mucho menos lo de los dirigentes, que supieron
interpretar el significado del compromiso. De darse la clasificación a la final
con Barcelona (asumiendo que el equipo de Luis Enrique no tendrá problemas en
fase semifinal), River tendrá la recompensa de un proceso que tiene que ser
modelo en Sudamérica. Así que, como se mencionó previamente, el eventual
resultado de la final del 20 de diciembre en Yokohama no sería un condicionante
para calificar la tremenda campaña –deportiva y administrativa- que ha
alcanzado con mérito River Plate. Quizá
tampoco condicione los proyectos futuros de una institución que encontró la
estabilidad y que una vez más supo demostrar porque es la más grande, lejos.
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