Por: Martín Lleras Jacobsen
Twitter: @martinlleja
Muchas
veces en el fútbol, adentro y afuera del rectángulo, ocurren cosas que se salen
de la partitura. Hechos imprevistos, improbables y, algunas veces, ilógicos, que
exceden las más racionales predicciones de lo que debió haber pasado. Se habría
hecho millonario aquel que hubiera apostado un par de libras esterlinas a que a
estas alturas de la temporada el Chelsea de Mourinho iba a estar a un punto de
los puestos de descenso. ¿Quién habría si quiera soñado la estrepitosa derrota
de Brasil frente a Alemania en el mundial del 2014 o la clasificación de Costa
Rica a cuartos de final en ese mismo mundial? El fútbol está lleno de estos
hechos sorpresivos que nos invitan a pensar que en el fútbol nada esta escrito.
Sin
embargo, lo cierto –y a algunos les dolerá– es que el fútbol es mucho menos
aleatorio de lo que nos gusta pensar. La mayoría de las cosas están escritas,
lo que pasa es que aquello que coincide con las predicciones lógicas no hace
tanto ruido. Supongo entonces, y ahora sí me dispongo a entrar en materia, que
es por esto que nadie se atreve a calificar de sorpresivo que el proyecto de
Reinaldo Rueda con Atlético Nacional haya demostrado el éxito que ha demostrado
hasta ahora, que se haya clasificado a la final y que sea el principal favorito
a hacerse con el título. Estoy seguro, y aunque no tengo ni la menor idea al
respecto, que si hiciera un modelo probabilístico para determinar al campeón de
la Liga Águila 2015-II, los números me darían la razón.
El
éxito en el fútbol está sustentado en la gestión de procesos deportivos que,
por lo general, son a largo plazo. Otro argumento más en contra de la
casualidad. Contados son los equipos en la historia moderna de este deporte
que de la nada y sin la correcta planeación y ejecución de un plan
deportivo-administrativo hayan levantado un título. Por ese lado, Nacional lo
tiene cubierto. Especialmente desde el año 2010, cuando Juan Carlos De la Cuesta asumió
la presidencia del club. Igual de importante que tener amplios recursos económicos,
que los tiene (la totalidad del club pertenece a la Organización Ardila Lülle),
es saber administrarlos sabiamente. Esto último lo ha sabido hacer De la
Cuesta. Una sede deportiva moderna, un departamento médico completo y unas
divisiones inferiores bien estructuradas son sólo algunos de los elementos con
los que cuenta Nacional y que, aunque pueda sonar extraño, le faltan a la
inmensa mayoría de los equipos del Fútbol Profesional Colombiano.
Desde
lo estrictamente deportivo, Atlético Nacional tiene la billetera para traer lo
mejor que hay en el mercado. Para el año 2015, según Transfermarkt, la nómina
del equipo está avaluada en 15,6 millones de euros y es la más costosa de la
Liga Águila II. Para este semestre el equipo se reforzó con Yimmí Chará y Alexander Mejía, que migraron a México a finales del 2014, y Macnelly
Torres, tres grandes futbolistas que han pasado por la Selección Colombia y a
los que muy pocos clubes en el país se podrían dar el lujo de pagar. A estos se le suman grandes jugadores que ya estaban en la nómina como Camilo
Vargas, Jefferson Duque y Oscar Murillo, que ya fue vendido al Pachuca
mexicano. Además, la seriedad y la fe con la que se gestionan las divisiones
inferiores han puesto en el primer equipo a
grandes jugadores como Sebastián Pérez y Marlos Moreno, ambos importantísimos
en estos últimos meses.
Finalmente,
la variable que, para mí, fue más determinante para el éxito de Nacional y, por
consiguiente, para el de mi hipotético modelo probabilístico, fue la elección de
Reinaldo Rueda como director técnico del equipo. La salida de Osorio, el
técnico más ganador de la historia de la institución, dejaba al equipo tocado y
a los jugadores visiblemente desgastados de un método estricto y sustentado en
la rotación permanente, como lo era el del risaraldense. Para mantener al grupo
base y volver a recuperar la frescura y el hambre de títulos, el contexto
exigía la llegada de un técnico de peso y experiencia. Sólo un técnico con la jerarquía y experiencia de Rueda podía, con los mismos jugadores, imponer exitosamente un modelo de juego radicalmente
diferente al que predicaba Osorio. En Nacional entendieron que complementar la
nómina y la infraestructura del club con un técnico de tal trayectoria reducía
al máximo los posibles estragos del azar.
Y
los números y los resultados así lo evidenciaron. Al principio, como en
cualquier transición hubo problemas; cambiar el vértigo por la elaboración, la
electricidad por la seguridad y la rotación por la conservación de una
formación estable, no eran tareas fáciles y todavía en la décima fecha había dudas girando entorno al juego y los resultados del equipo. Sin embargo,
durante el proceso el equipo se afianzó, las piezas terminaron de engranar y el
resultado es el que todos conocemos. El equipo fue el primero de los ocho, está en
la final, hizo 38 goles, recibió tan sólo 9 y es el equipo más goleador y el
menos goleado del torneo. Con el azar controlado al máximo, cualquier cosa
diferente a ser campeón podrá ser, con justicia, considerado un fracaso.
Entre esta noche y la del próximo domingo sabremos si mi modelo es acertado. El Junior puede ganar, claro, ha hecho una gran campaña, tiene un gran técnico y también habrá sabido labrar sus posibilidades. Sin embargo, si a mí me preguntan, yo apostaría por la nómina de Nacional, por su infraestructura y por un técnico que así como es él, sin hacer mucha bulla, ha sabido dirigir en dos Copas del Mundo.
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