domingo, 14 de junio de 2015

El talento no alcanzó

Por: Juan Francisco García



Para el debut, El “Tata” Martino se dejó seducir -¡quién no!- por el derroche de talento de su selección.  Distante del seleccionador hermético y académico que con poco llevó a  Paraguay al subcampeonato de la última Copa América en Argentina, el Martino de hoy  en La Serena plantó un equipo muy ofensivo, de vanguardia, que de la mitad para adelante se leía con Messi, Agüero, Di María,  Banega y Pastore. ¿Qué riesgos implicaba la apuesta? El desorden, el desequilibrio entre ataque y defensa, la pérdida de la mitad de la cancha, con Mascherano como el único jugador con clara vocación defensiva de la mitad para adelante. 

Ramón Díaz, por su parte, sin vergüenza y sin matices plantó un candado: 4 5 1 con trivote en el medio, con Bobadilla y Haedo Váldez persiguiendo a los externos argentinos y con Santa Cruz arriba, de adorno, resignado. ¿La intención? Ganar la mitad de la cancha, no permitirle a la primera línea de volantes argentinos filtrarle  la pelota a Messi  a Di María y a Agüero. Luchar, pegar, raspar. ¿Atacar? No, luego, no era lo importante. 

El primer tiempo se dio así.  Argentina volcado en ataque, dueño de la posesión, pero con muchas dificultades para establecer el puente entre volantes y delanteros. Messi arrancando desde la derecha, pero libre, dueño del balón, con facultades para arrancar él la gestación, para irse a la derecha, para jugar por el centro; Messi con la orden de ser Messi, sin trabas. Con Di María por la izquierda y también con algo de libertad y con Agüero como referente de área. Mascherano de jefe en la mitad haciendo un triangulo con  Pastore y Banega, responsables  de ganar la posesión y  de agujerear el catenaccio de Ramón. Rojo y Roncaglia con la orden de pasar al ataque, para ampliar el equipo y generar espacios interiores que debían llenar los ofensivos.

Desmoronar al Paraguay ultradefensivo de Díaz le costó  mucho a la Argentina. Además de un tiro de esquina con veneno cobrado por Di María que sacó Silva, un tiro de afuera de Mashcerano que desvía Messi y no entra por poco y una masita de Agüero a previa habilitación de Messi, no hubo más opciones de gol. El 2 a 0 con el  que terminó la primera parte se debió a dos errores: el primero, un regalo de Samudio a Agüero, letal. Y el segundo, un penal que finge Di María, compra Roldán y Messi cambia por gol. Fue el fútbol premiando al que quiso atacar.

Para el segundo, obligado por el marcador, Ramón Díaz cambió el esquema por un 4 4 2.  Ingresó el joven número 10 González por el defensivo Ortiz y subió Haedo Váldez para acompañar a Roque Santa Cruz. Argentina no asimiló la nueva cara de Paraguay y, desconcertada, fue perdiendo el dominio del juego. Santa Cruz y Haedo recibían de espaldas y hacían jugar a los volantes, el talentoso González se tomaba confianza y Argentina perdía la cabeza y el orden. El partido se hizo de ida y vuelta.  Al minuto 60 Haedo recibe un balón filtrado,  mano a mano con Garay y Otamendi, Mascherano lejos, el equipo partido,  se voltea y descuenta: 1- 2.

El gol paraguayo  hizo más claros  los baches de la albiceleste, que confundida y desordenada se hacía cada vez más larga, entrando a depender cada vez más de una genialidad individual.  Gracias al caos en la mitad, causado por un Di María fantasmal y desordenado, más la omnipresencia de Messi que no encontraba con quien juntarse en ningún sector, más la dificultad natural para recuperar el balón que implica tener en cancha tanto talento pero poca marca, Argentina se hizo vulnerable. Le dio a entender a Paraguay que le podía empatar.

Ramón capta el mensaje, se cree el cuento y manda a la cancha dos ofensivos más: Lucas Barrios y Benítez; cómodo, aguerrido y vertical, Paraguay se aproxima. Martino, por su parte, saca a Agüero y a Pastore y da entrada a Tévez y a Higuaín. Dos delanteros más para acentuar el desorden, confiando en la inercia del talento para desequilibrar. Pero este Paraguay es vivo, en su ADN está complicar hasta el final y cobra tanto caos: centro, pibot a Barrios y gol, 2 a 2.  La foto final es la de un Argentina triste, que dejó escapar el partido en la pizarra. Tanto talento, tanta genialidad, para aprovecharse, requiere de un orden táctico contundente. Lo de hoy fue talento y poco más. Hoy no alcanzaron los apellidos y eso es de celebrar.

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