Para el debut, El “Tata” Martino se dejó seducir -¡quién no!- por
el derroche de talento de su selección.
Distante del seleccionador hermético y académico que con poco llevó
a Paraguay al subcampeonato de la última
Copa América en Argentina, el Martino de hoy
en La Serena plantó un equipo muy ofensivo, de vanguardia, que de la
mitad para adelante se leía con Messi, Agüero, Di María, Banega y Pastore. ¿Qué riesgos implicaba la
apuesta? El desorden, el desequilibrio entre ataque y defensa, la pérdida de la
mitad de la cancha, con Mascherano como el único jugador con clara vocación
defensiva de la mitad para adelante.
Ramón Díaz, por su parte, sin vergüenza y sin matices plantó un
candado: 4 5 1 con trivote en el medio, con Bobadilla y Haedo Váldez
persiguiendo a los externos argentinos y con Santa Cruz arriba, de adorno,
resignado. ¿La intención? Ganar la mitad de la cancha, no permitirle a la
primera línea de volantes argentinos filtrarle la pelota a Messi a Di María y a Agüero. Luchar, pegar, raspar.
¿Atacar? No, luego, no era lo importante.
El primer tiempo se dio así. Argentina volcado en ataque, dueño de la
posesión, pero con muchas dificultades para establecer el puente entre volantes
y delanteros. Messi arrancando desde la derecha, pero libre, dueño del balón,
con facultades para arrancar él la gestación, para irse a la derecha, para
jugar por el centro; Messi con la orden de ser Messi, sin trabas. Con Di María
por la izquierda y también con algo de libertad y con Agüero como referente de
área. Mascherano de jefe en la mitad haciendo un triangulo con Pastore y Banega, responsables de ganar la posesión y de agujerear el catenaccio de Ramón. Rojo y Roncaglia con la orden de pasar al
ataque, para ampliar el equipo y generar espacios interiores que debían llenar
los ofensivos.
Desmoronar al Paraguay ultradefensivo de Díaz le costó mucho a la Argentina. Además de un tiro de
esquina con veneno cobrado por Di María que sacó Silva, un tiro de afuera de
Mashcerano que desvía Messi y no entra por poco y una masita de Agüero a previa
habilitación de Messi, no hubo más opciones de gol. El 2 a 0 con el que terminó la primera parte se debió a dos
errores: el primero, un regalo de Samudio a Agüero, letal. Y el segundo, un
penal que finge Di María, compra Roldán y Messi cambia por gol. Fue el fútbol
premiando al que quiso atacar.
Para el segundo, obligado por el marcador, Ramón Díaz cambió el
esquema por un 4 4 2. Ingresó el joven
número 10 González por el defensivo Ortiz y subió Haedo Váldez para acompañar a
Roque Santa Cruz. Argentina no asimiló la nueva cara de Paraguay y,
desconcertada, fue perdiendo el dominio del juego. Santa Cruz y Haedo recibían
de espaldas y hacían jugar a los volantes, el talentoso González se tomaba confianza
y Argentina perdía la cabeza y el orden. El partido se hizo de ida y
vuelta. Al minuto 60 Haedo recibe un
balón filtrado, mano a mano con Garay y
Otamendi, Mascherano lejos, el equipo partido,
se voltea y descuenta: 1- 2.
El gol paraguayo hizo más
claros los baches de la albiceleste, que
confundida y desordenada se hacía cada vez más larga, entrando a depender cada
vez más de una genialidad individual. Gracias al caos en la mitad, causado por un Di María fantasmal y desordenado, más la omnipresencia de Messi que no encontraba
con quien juntarse en ningún sector, más la dificultad natural para recuperar
el balón que implica tener en cancha tanto talento pero poca marca, Argentina
se hizo vulnerable. Le dio a entender a Paraguay que le podía empatar.
Ramón capta el mensaje, se cree el cuento y manda a la cancha dos
ofensivos más: Lucas Barrios y Benítez; cómodo, aguerrido y vertical, Paraguay
se aproxima. Martino, por su parte, saca a Agüero y a Pastore y da entrada a
Tévez y a Higuaín. Dos delanteros más para acentuar el desorden, confiando en
la inercia del talento para desequilibrar. Pero este Paraguay es vivo, en su
ADN está complicar hasta el final y cobra tanto caos: centro, pibot a Barrios y
gol, 2 a 2. La foto final es la de un
Argentina triste, que dejó escapar el partido en la pizarra. Tanto talento,
tanta genialidad, para aprovecharse, requiere de un orden táctico contundente.
Lo de hoy fue talento y poco más. Hoy no alcanzaron los apellidos y eso es de
celebrar.

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