sábado, 20 de junio de 2015

"Espósame y me cagas"























Por: Martín Lleras

A las 22:00 horas del 16 de junio de 2015, en algún lugar de la vía entre Rancagua y Santiago de Chile.

¿Como voy a venir manejando esa hue’a, como soy tan tonto, no pensa’i?
- Si la cagó, la cagó, caballero.
- ¿Cómo, yo la cagué?, deja de hablar hue’as.

- ¿Me vas a esposar a mí?
- No ponga las cosas más difíciles
- Espósame, pero te vas a cagar a todo Chile…

La imagen era surreal. Un Ferrari semidestruido yacía al lado de la carretera. Sobre la vía, entre las luces de las patrullas, se reconocía la figura de algunos agentes de policía dialogando con un asustado e incoherente Arturo Vidal. Porque nuestro cerebro es ingenioso y siempre busca la mejor manera de protegernos a nosotros y a lo que más queremos, intentamos, en ese momento, darle un orden alternativo a ese rompecabezas de imágenes insólitas. Lo cierto es que esta vez, aún dentro de lo surreal del cuadro, la explicación era demasiado obvia. El “Rey” se había quitado su corona y, disfrazado de ciudadano del común, había chocado su carroza, todo esto, bajo los influjos de un elíxir prohibido hasta para los reyes.

Los agentes (chilenos, conviene aclarar) corrieron el riesgo, arrestaron al "Rey" y se cagaron a todo Chile o, al menos, ese fue el pensamiento egoísta y, ¿por qué no decirlo?, ególatra del jugador chileno. A partir de esto, todo el continente puso los ojos en el pulgar de Sampaoli, que, como si se tratara de un César, debía escoger la suerte del goleador de la Copa. Pulgar arriba, pulgar abajo, pulgar arriba…¡¡pulgar arriba!! Vidal vivirá unos días más, por lo menos, hasta que se acabe la concentración. Una decisión arriesgada y la autoridad del argentino se perfilaba como la única víctima fatal del accidente.

Si en anteriores convocatorias, otros han muerto por menos, ¿por qué perdonar a Vidal? ¿Por qué contar con un jugador que, además de cometer una falla grave, también mostró una falta de compromiso con la causa común? Sampaoli, y no sólo él, también los jugadores, que lo bancaron abiertamente, entendieron lo que Arturo no, que el colectivo es más importante que cualquiera de sus componentes individuales. Directivos, jugadores, técnico e hinchada sabían que peor que dejarlo continuar, era crucificarlo públicamente. De ese golpe anímico, de ese fracaso, quizás, no se habría podido levantar el equipo.

Así, el partido contra Bolivia se presentaba como una prueba de fuego para Vidal y para el equipo. Los que fueron a ver  al “Rey” tuvieron que conformarse con sus 45 minutos más discretos en lo que va de la Copa. Chile, el equipo chileno, en cambio, dio un recital de principio a fin: la propuesta ultraofensiva de Sampaoli en su máxima expresión. Lo de ayer en el Estadio Nacional de Santiago fue una sinfonía futbolística, dirigida por un “Mago” Valdivia imperial, contra la que Bolivia poco o nada pudo hacer. Se mostró lo que se había mostrado en los dos últimos partidos, pero, esta vez, llevado al extremo, a un punto que roza la perfección. Las transiciones defensa-ataque y ataque-defensa parecían las de un equipo que entrena a diario: un monumento al fútbol total. La idea de juego colectiva brilló por encima de cualquier individualidad y, lo más lindo de todo, Chile fue Chile con y sin Vidal.

En estos tiempos tan mediáticos, plagados de premios y galardones individuales, nos olvidamos que el fútbol, antes que nada, es un deporte colectivo. Ni Maradona, ni Vidal, ni Messi, sin importar que tan buenos sean, los jugadores nunca van a estar por encima del colectivo. El “Rey”  tuvo que aprender la lección a las malas.  A las patadas, también se tuvo que enterar que Chile, con o sin él, es la gran favorita para llevarse esta Copa América. Todos sabemos que esas cosas duelen. “Espósame y me cagas”, esa era la respuesta correcta, Arturito.   




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