Por: Daniel Bello
Como era de
esperarse, por historia y presente, la selección norteamericana salió a por
todas contra el arco colombiano, haciendo figura a Catalina Pérez en los
primeros 10 minutos del partido con 3 muy buenas atajadas, dignas de la escuela
colombiana, pero después de esos 10 minutos del fútbol/rugby practicado por
Estados Unidos en donde impuso su juego físico y aéreo para ganar rebotes en
segundas jugadas y crear oportunidades a partir de ese punto de partida, el
equipo colombiano, sobrio, serio, consciente de todas sus virtudes y
debilidades, parado con un 4-4-1-1, se aplomó en el campo; dejaron de temblar
las piernas por los nervios que deben (muy pocos son los afortunados que lo
saben) aparecer al enfrentar al mejor equipo del mundo en una instancia inédita
para nuestro fútbol femenino, se dieron cuenta que estaban dotadas técnicamente,
igual o mejor, que las jugadoras de blanco.
De ahí hasta el
penal que vino de la mano con la expulsión de nuestra arquera, el partido fue
muy cerrado, jugado con mucha intensidad en la mitad del campo. Para destacar
la agresividad, siempre leal pero firme del equipo colombiano, fueron a cada
pelota a recuperarla como se enseña en las escuelas, a muerte y sin mala
intención, las nuestras tenían mirada de tigre para recuperar el balón y cabeza
fría para el manejo del actor principal cuando se recuperaba; y fue justamente
ahí cuando se vio la mejor versión de Colombia, 50 minutos de un fútbol
desbordante de amor propio y de calidad esperada para una de las 16 mejores
selecciones del mundo. A partir de la
presión generada por el equipo nacional desde los tres cuartos de cancha,
cuando el balón llegaba a los pies de las volantes norteamericanas encargadas
de sacar al equipo dando el primer pase limpio hacia adelante, evitaron que se
llevara a cabo dicha misión, cerraron los espacios por los costados e
interceptaron cuanto balón fuera por el centro del campo –Natalia Gaitán y
Daniela Montoya se devoraron el medio campo en el primer tiempo-, logrando así
adelantar a Colombia en el terreno de juego y haciendo apacible el partido para
nuestra portera.
Colombia dominó
por varios tramos del primer tiempo el partido: presión alta, recuperación en
medio campo y comenzar a tocar a ras de piso abriendo bien el campo al cerrar a
las volantes externas, Andrade y Ospina, para darle salida a las laterales, que
si bien fueron pocas veces las que pudieron llegar al fondo, dieron siempre una
opción de pase que se vio materializado en el poco peligro que generó el equipo
de blanco ante nuestro arco. Colombia no lastimaba, falta de profundidad por el
necesario planteamiento para controlar la mitad del campo, entendió que debía
bajar las revoluciones del partido y comenzó a tocar horizontalmente hasta que
los primeros 45 minutos se fueron con un 0-0 más que esperanzador por el
comportamiento de las nuestras después del minuto 10.
El segundo
tiempo empezó como terminaron los primeros 45 minutos, paridad total, la
diferencia física, notable por encima de cualquier otro ítem, no fue desventaja
para las de amarillo que entienden que el fútbol se juega más con la cabeza que
con los pies (un guiño para el fútbol masculino que premia la talla sobre la
calidad). Hasta el minuto 61 Estado Unidos tuvo su primera aproximación a
través de una jugada colectiva que terminó en un tiro de esquina inofensivo. Antes
de eso vino el quiebre de un partido hasta el momento perfectamente jugado por
las colombianas, una desconcentración en la línea de atrás dejó mano a mano a Alex
Morgan frente a Catalina Pérez, que al verse superada por la delantera, no tuvo
otro remedio que cometerle falta, para desgracia nuestra, sobre la línea del
área grande; expulsión y penal para Estados Unidos, parecía venirse todo abajo.
Para suplir la posición de la portería, Ingrid
Vidal, única delantera del equipo nacional en el partido de hoy, tuvo que
salir, entre lágrimas por la amargura que significa salir en un partido como
este pero sin reproche alguno hacía el técnico Taborda por la decisión tomada,
nuevamente la cabeza y el amor por la camiseta por encima de todo. Wambach
desperdició el penal pegándole por el costado izquierdo del arco defendido
ahora por Stefany Castaño. Seguíamos en el partido, pero el golpe de la mujer
de menos tuvo el suficiente impacto sobre nuestras jugadoras que el equipo del
norte aprovechó gracias su experiencia (factor indiscutiblemente determinante
del partido), y pocos minutos más tarde, tras el despeje de un tiro de esquina,
logró por primera vez triangular al borde del área hasta dejar a Morgan en
posición de gol, que no lo desaprovechó con un remate seco y abajo al palo de
Castaño; 1-0 y con una menos.
Se venía la
noche para las nuestras, pero nuevamente se vieron destellos de una selección
que coge tintes de grande (su promedio de edad es de 24 años), al no desarmar
el medio campo pese a la mujer de menos, la selección pudo nuevamente jugarle
de tú a tú en la mitad a las bicampeonas mundiales, pero ahora con mayor notoriedad
se veía la poca profundidad que el equipo tuvo durante los 95 minutos jugados;
y vino el segundo desajuste defensivo de las nuestras que terminó en otra pena
máxima, esta vez transformada en gol por la número 10, Lloyd. 2-0. El resto del
partido se vio a una Colombia golpeada pero orgullosa que salió a por el
descuento sin éxito. El partido terminó, ni una patada con mala fe y el respeto
mundial elevando a nuestras mujeres a la elite mundial. Ahora toca confirmarlo,
ya somos potencia detrás de Brasil en Suramérica –subcampeonas en las dos
últimas ediciones de la Copa América femenina-, podemos hacer lo mismo a nivel
mundial.

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