Por: Martín Lleras
Una
Copa llena de sorpresas. Sorpresa que Colombia, con su status de favorita,
cayera ante Venezuela. Sorpresa, también, que Bolivia se impusiera a Ecuador y
lo dejara, con el rosario en la mano, haciendo cuentas para pasar. Sorpresa
–como no decirlo- que una selección mexicana, un tanto menospreciada por
considerarse “de segunda categoría”, le metiera tres goles a la selección local.
Sorprendente el resultado, un empate a tres por el que nadie habría apostado. No
tan sorprendente, en cambio, fue lo que mostraron ambas selecciones. En
términos de juego pasó lo que tenía que pasar. Sampaoli, el alumno pródigo de
Bielsa, fue fiel a su idea de juego y desde el vamos intentó hacer lo que más
le gusta y mejor sabe hacer: atacar. Miguel Herrera, que tenía la certeza de
que Sampaoli no iba a renunciar a su estilo, diseño un juego incómodo cuya
premisa fue presionar la salida para evitar que los chilenos se hiciesen con el
balón.
Con
respecto al partido contra Ecuador, Chile hizo dos variantes. Con la inclusión
de Miiko Albornoz en el once, Sampaoli le apostó a un tercer central rápido y
con buen juego aéreo, que pudiera frenar a los potentes delanteros mexicanos.
Arriba, entró Eduardo Vargas por Jean Beausejour, de mal partido ante Ecuador.
Con el ingreso de Vargas, la idea era aumentar el volumen de ataque y acompañar
a un Alexis Sánchez al que, ante Ecuador, por momentos, se le vio aislado.
Otros nombres, la misma idea.
El
primer tiempo fue luchado y el planteamiento de Herrera puso en apuros a los de
Sampaoli. Quizás fueron muy respetuosos, pero lo cierto es que la presión alta
mexicana impidió que Chile pudiera desplegar su juego. De hecho, un error en la
salida, provocado por la intensa presión de los mexicanos, terminó en el primer
gol de Vuoso. En el transcurso de la primera mitad, el intento de atacar con
dos delanteros se vio siniestrado por el ímpetu ofensivo de Gerardo Flórez, su
presencia en la banda izquierda obligaba al segundo delantero chileno, ya fuera
Vargas o Alexis, a pegarse a la banda para referenciarlo. Chile no logró
imponer su juego, pero supo mantenerse en carrera gracias a la jerarquía de sus
jugadores, especialmente la de Arturo Vidal que, cuando parecía que el partido
se les podía escapar, apareció con un gol y una asistencia.
En
el segundo tiempo, en parte porque a México se le acabo el tanque para mantener
la presión alta, vimos al Chile que estábamos esperando, el que todos vinimos a
ver. Hacer una descripción precisa de cómo se paró este equipo es tan difícil
como inútil. Difícil, porque de la mitad para adelante el único jugador que
mantuvo una posición fija fue Marcelo Díaz, en quién recayó la responsabilidad
de darle algo de equilibrio a un equipo al que por momentos se le olvida que
defender también es importante. De Díaz para adelante, todos, inlcuyendo a
Aranguiz, el segundo volante de “marca”, rotaron por las distintas posiciones
de ataque. Inútil, porque hay que verlo para entenderlo. Un juego de posesión
dotado de explosividad y vértigo…una maravilla! Vidal aparecía por derecha y por
izquierda; Valdivia era omnipresente; Aranguiz rompía por la mitad y terminaba
las jugadas como si fuera un nueve de área; Isla y Mena, los dos carrileros,
cabalgaban las bandas simultáneamente. Chile atacaba con siete jugadores y el
3-2 era cuestión de tiempo, nada más.
Al
gol había que esperarlo y llegó, llegó en un momento en el que Chile se sentía
invencible. Daba la impresión de que después del tercero vendría el cuarto.
Pero el fútbol no siempre es justo y, seguramente, habrá más de un estratega
amarrete sacando pecho y sintiendo que ayer la vida y el fútbol le dieron la
razón. Atacar como lo hizo Chile en el segundo tiempo tiene un precio, uno que
nadie desconoce. Cuando mejor jugaban los chilenos, cuando más intensamente
atacaban, llegó el empate mexicano. Un envió largo de Aldrete cogió mal parados
a los tres centrales chilenos y Vuoso aprovechó una mala salida de Bravo para
arrebatarle los tres puntos a los de Sampaoli. De ahí en adelante, Chile siguió
intentando, pero, esta vez, la pelotita no quiso entrar. “Nos faltó fortuna”,
estará diciendo Sampaoli.
Al
decir que Chile mereció más se comete necesariamente el error de menospreciar
el planteamiento inteligente y pragmático de Herrera, pero ¿cómo no decirlo o
pensarlo? ¿cómo no encariñarse con esta valiente selección chilena? ¿Qué si
mereció más o no? Para unos sí, para otros no. Lo cierto es que ayer no ganó,
ayer empató, igual de cierto es que, pase lo que pase con está selección
chilena, vamos a hablar de ella durante muchos años.

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