martes, 16 de junio de 2015

¡Qué empate el mejor!

Por: Martín Lleras






















Una Copa llena de sorpresas. Sorpresa que Colombia, con su status de favorita, cayera ante Venezuela. Sorpresa, también, que Bolivia se impusiera a Ecuador y lo dejara, con el rosario en la mano, haciendo cuentas para pasar. Sorpresa –como no decirlo- que una selección mexicana, un tanto menospreciada por considerarse “de segunda categoría”, le metiera tres goles a la selección local. Sorprendente el resultado, un empate a tres por el que nadie habría apostado. No tan sorprendente, en cambio, fue lo que mostraron ambas selecciones. En términos de juego pasó lo que tenía que pasar. Sampaoli, el alumno pródigo de Bielsa, fue fiel a su idea de juego y desde el vamos intentó hacer lo que más le gusta y mejor sabe hacer: atacar. Miguel Herrera, que tenía la certeza de que Sampaoli no iba a renunciar a su estilo, diseño un juego incómodo cuya premisa fue presionar la salida para evitar que los chilenos se hiciesen con el balón.  

Con respecto al partido contra Ecuador, Chile hizo dos variantes. Con la inclusión de Miiko Albornoz en el once, Sampaoli le apostó a un tercer central rápido y con buen juego aéreo, que pudiera frenar a los potentes delanteros mexicanos. Arriba, entró Eduardo Vargas por Jean Beausejour, de mal partido ante Ecuador. Con el ingreso de Vargas, la idea era aumentar el volumen de ataque y acompañar a un Alexis Sánchez al que, ante Ecuador, por momentos, se le vio aislado. Otros nombres, la misma idea.

El primer tiempo fue luchado y el planteamiento de Herrera puso en apuros a los de Sampaoli. Quizás fueron muy respetuosos, pero lo cierto es que la presión alta mexicana impidió que Chile pudiera desplegar su juego. De hecho, un error en la salida, provocado por la intensa presión de los mexicanos, terminó en el primer gol de Vuoso. En el transcurso de la primera mitad, el intento de atacar con dos delanteros se vio siniestrado por el ímpetu ofensivo de Gerardo Flórez, su presencia en la banda izquierda obligaba al segundo delantero chileno, ya fuera Vargas o Alexis, a pegarse a la banda para referenciarlo. Chile no logró imponer su juego, pero supo mantenerse en carrera gracias a la jerarquía de sus jugadores, especialmente la de Arturo Vidal que, cuando parecía que el partido se les podía escapar, apareció con un gol y una asistencia.

En el segundo tiempo, en parte porque a México se le acabo el tanque para mantener la presión alta, vimos al Chile que estábamos esperando, el que todos vinimos a ver. Hacer una descripción precisa de cómo se paró este equipo es tan difícil como inútil. Difícil, porque de la mitad para adelante el único jugador que mantuvo una posición fija fue Marcelo Díaz, en quién recayó la responsabilidad de darle algo de equilibrio a un equipo al que por momentos se le olvida que defender también es importante. De Díaz para adelante, todos, inlcuyendo a Aranguiz, el segundo volante de “marca”, rotaron por las distintas posiciones de ataque. Inútil, porque hay que verlo para entenderlo. Un juego de posesión dotado de explosividad y vértigo…una maravilla! Vidal aparecía por derecha y por izquierda; Valdivia era omnipresente; Aranguiz rompía por la mitad y terminaba las jugadas como si fuera un nueve de área; Isla y Mena, los dos carrileros, cabalgaban las bandas simultáneamente. Chile atacaba con siete jugadores y el 3-2 era cuestión de tiempo, nada más.

Al gol había que esperarlo y llegó, llegó en un momento en el que Chile se sentía invencible. Daba la impresión de que después del tercero vendría el cuarto. Pero el fútbol no siempre es justo y, seguramente, habrá más de un estratega amarrete sacando pecho y sintiendo que ayer la vida y el fútbol le dieron la razón. Atacar como lo hizo Chile en el segundo tiempo tiene un precio, uno que nadie desconoce. Cuando mejor jugaban los chilenos, cuando más intensamente atacaban, llegó el empate mexicano. Un envió largo de Aldrete cogió mal parados a los tres centrales chilenos y Vuoso aprovechó una mala salida de Bravo para arrebatarle los tres puntos a los de Sampaoli. De ahí en adelante, Chile siguió intentando, pero, esta vez, la pelotita no quiso entrar. “Nos faltó fortuna”, estará diciendo Sampaoli.  
    
Al decir que Chile mereció más se comete necesariamente el error de menospreciar el planteamiento inteligente y pragmático de Herrera, pero ¿cómo no decirlo o pensarlo? ¿cómo no encariñarse con esta valiente selección chilena? ¿Qué si mereció más o no? Para unos sí, para otros no. Lo cierto es que ayer no ganó, ayer empató, igual de cierto es que, pase lo que pase con está selección chilena, vamos a hablar de ella durante muchos años.  


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