Por: Sebastian Nohra
Era uno de esos partidos en que la vida se hipoteca con un
resultado. En que formas y juego se archivan en el depósito y el martillo de la
crítica podía destruir un serio y exitoso proceso de cuatro años. Era la
frontera entre la salud y la enfermedad.
Y así lo entendieron los jugadores de Colombia.
Algo no le había gustado a Dunga y cambió a tres jugadores
para su segundo partido; Thiago Silva, Fred y Firmino por David Luiz, Coutihno
y Tardelli. Mantuvo el 4-4-1-1 con laterales poco profundos, mucha dinámica de
los volantes laterales, Neymar flotando por todo el frente de ataque y un nueve
fijo. Colombia, propuso su habitual 4-2-2-2. Con un solo cambio que lo cambió
todo.
El primer tiempo tuvo un ritmo frenético. Sin tregua. En el
minuto 20 se podía intuir que en el segundo tiempo el turbo se iba a acabar. El
juego de Brasil exigía las ayudas de Cuadrado y James con sus laterales, para
negarle el uno contra uno a Neymar y William. Y así fue. Ney podía gambetear a
uno, pero a dos metros encontraba otro de amarillo. Zapata y Murillo estaban firmes e intuitivos,
Edwin Valencia correcto sin balón, pero se le extraña el buen pie y criterio con
balón, que habían deslumbrado a Pékerman antes de su larga lesión. Si bien el sistema defensivo funcionó, Colombia
descansó en quién lo hizo jugar con doce; Carlos Sánchez. Estuvo imperial en todo. Su partido de ayer
será recordado por mucho tiempo.
Avanzaban los minutos y Colombia tenia posesiones de mayor
calidad. Con la cintura de Cuadrado, balones largos de James y el sentido común
de Teo, el equipo llegaba al área de Brasil con peligro. Ganaba faltas y tiros
de esquina que en partidos de esta clase, son petróleo. En tres pelotas
quietas, Cuadrado y James ya habían avisado que tenían la mira fina.
El partido de Teófilo merece un capítulo aparte, desde lo
individual y lo colectivo. Prensa y afición monopolizan el debate de delanteros
entre Jackson, Bacca y Falcao, –sus temporadas y goles invitan al debate, no
hay cuatro selecciones en el mundo con tanta pólvora- pero ayer quedó claro que
no hay uno más titular que Teo. Lo sabe
todo, lo entiende todo. Juega y hace jugar. Discutamos sobre el otro, si Batman,
Robin o Superman, pero uno debe ser Teo. Su partido le dio sentido al ataque de
Colombia. Pivoteando, escondiéndola, tocando atrás. Es el socio de todos.
Los equipos se iban al descanso con sensaciones opuestas. El
resultado era coherente con el juego. Dunga mandó a Coutihno por Fred, pero muy
poco mostró el 10 del Liverpool. Colombia sufrió el desgaste físico y Brasil lo
empujo 30 metros contra Ospina. Neymar, William y Coutihno no podían elaborar
por dentro y por fuera Armero y Zúñiga –especialmente- no regalaron nunca sus
espaldas.
Al minuto 65 Pekerman notó que Colombia no tenía como recuperar
esos treinta metros y mando a Ibarbo por
Falcao con dos propósitos: tapar las subidas de Alves y contragolpear con su
velocidad. Lo primero lo consiguió, lo segundo no. Dunga llenó la cancha de
delanteros –Douglas, Neymar, Tardelli y Firmino- y quedó solo Fernandihno para
marcar. Muy pobre lo de Brasil en ataque. Sin chispa ni paciencia. La soledad
de Neymar es la de Lebron James. Brasil y los Caveliers deben saber que el
artista necesita compañía.
Ganó el que atacó y defendió mejor. Un tiempo para golpear y
otro para abrazar al luchador. Es peligroso defender tanto tiempo, pero
Pekerman acertó en líneas generales. Con el ingreso de Teo y la dirección de campo: Ibarbo, Mejía y Bacca
entraron bien y aportaron. Gran victoria de Colombia para esquivar el
precipicio, tomar aire y enfrentar a Perú con Sánchez y Teo, con las llaves del
castillo.
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