domingo, 5 de julio de 2015

Ni con Messi es suficiente


Por: Martín Lleras


Terminó como tenía que terminar. No porque Chile haya ganado, sino porque, hasta el final, también pudo haberla ganado Argentina. La final de anoche debe servir como sinopsis precisa de lo que fue esta Copa: una guerra. Y es que lo fue, de principio a fin y en todos los sentidos, en lo físico, en lo psicológico y, sobre todo, en lo táctico. Nadie regaló nada. Nadie, ni siquiera los más modestos. De los 26 partidos disputados, sólo cinco se ganaron por más de un gol de diferencia y, de esos cinco, sólo dos se ganaron por más de dos goles. Aquí en América, todos los triunfos cuestan sangre. En ninguna parte se compite como acá.

La batalla de ayer, decía, resumió lo que fue esta Copa. El partido arrancó con un ritmo infernal y ninguno de los dos, ni Argentina, ni Chile, salió a especular. No hubo nerviosismo, ni pasividad, ambas partes querían el protagonismo y nadie salió a esperar. La presión alta feroz, que mutuamente se hicieron chilenos y argentinos, impidió las posesiones largas y las salidas en limpio. De hecho, las opciones más claras de Chile resultaron de salidas en falso de la última línea argentina. No había espacios para nadie. El empate se mantenía y para romperlo no era suficiente ni con la voluntad de Alexis y Vidal, ni con los destellos creativos de Pastore, ni las corridas heroicas de Di María, ni siquiera con el nombre de Messi. De lado a lado, con muchas ganas y con pocas opciones claras de gol, así se jugó el primer tiempo.

Chile, que administró mejor su gasolina, llegó mejor a la recta final del segundo. Isla pagó el peaje y comenzó a circular por su autopista. Por el centro, Sampaoli,  que quería evitar los penales, mandó a todos al ataque, hasta a Marcelo Díaz, que juega bien en donde lo pongan, de volante, de central, de nueve…si lo hubieran puesto a tapar en los penales, seguro que alguno habría atajado. Chile se acercó más, pero la más clara fue para Argentina. En el minuto 92, en la última del tiempo reglamentario y en la única en la que Messi fue Messi, el “10” se inventó una cabalgata épica que terminó con Higuín errando un gol debajo del arco. Ni el del Maracaná, ni el de Santiago, ni tampoco en la definición por penaltis. ¡Ay, Tévez! Quizás la historia del fútbol argentino sería otra si Tévez hubiera estado en esos momentos determinantes, quizás no, ¿quién sabe? Lo único cierto es que quedó el sinsabor de saber que ayer estaba sentado en el banco.

El desgaste físico y el reloj, que lentamente llegaba a 90, dictaminaban que los protagonistas de la noche serían, no los talentosos, sino los del corazón más grande, los Mascheranos, los Díaz, los Demichelis y los Medels. ¿Lo qué pasó en la prórroga?  Lo mismo que en todas. Calambres, sangre, sufrimiento, alguna ocasión de gol y faltas, muchas faltas. ¿El final de la historia? Todos la conocen. Higuín por arriba, Banega muy suave y golazo de Alexis, que se puso la del Arsenal para cobrar. ¡Chile campeón¡ Un premio merecido para un proceso que comenzó con Bielsa y se consagró con Sampaoli. Hoy, Chile mira a los ojos a cualquiera, llámese como se llame. Ayer fue Argentina. 

La otra cara de la moneda es la de una generación única de futbolistas que estaba llamada a romper con la sequía de títulos y que, en dos años, llegó a dos finales y ambas las perdió. Con lo difícil que es llegar a una final, no debería sorprendernos que Messi se retirara sin levantar un trofeo mayor con su selección. Sería injusto, pero es una posibilidad real. Hoy, seguramente, ya varios lo estarán crucificando, es Messi y, consciente- o inconscientemente, todos exigimos mucho de él. Lo sentimos capaz de ganarlo todo y cuando vimos a Argentina en la final, muchos, automáticamente,  lo creímos campeón. Cometimos un grave error, nos olvidamos de que para ganar la Copa América, ni con Messi es suficiente. En ninguna parte se compite como acá.  




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