Por: Juan Francisco Garcia
Todo
es historia. Chile listo para poner su primera Copa América en la vitrina y
Argentina a casa, como hace uno año después de perder con Alemania. Lágrimas,
silencio de funeral y el paneo escalofriante por las caras derrotadas de los
mejores jugadores del mundo. La estética del fútbol se exacerba cuando se le
hace zoom a las superestrellas y entonces,
por entre los tatuajes, por entre los peinados extravagantes, se asoman
los niños, se asoma el potrero y se da cuenta uno de como les duele perder. Ahí están todos, rotos,
infantiles, ensimismados en la amargura de la que sólo el fútbol es capaz.
Al
otro lado, el festejo, las lágrimas de Sampaoli, el alivio de Bachelet, el
estadio más rojo y feliz que nunca; y, también, la alegría infantil de jugadores
de fútbol que se olvidaron de sus ferraris y, después de una temporada sin fin,
jugaron 120 minutos a tope, sin pensar
en el mañana, con la vida; saboreando la alegría que sólo el fútbol ofrece. El partido, que será recordado como un pulso
de gladiadores ya es historia. Ya dejó para siempre preguntas sin respuesta: ¿y
si Higuaín no falla el gol debajo del arco? ¿Y si entraba Tévez y no Lavezzi?
¿Qué tal Pereira en vez de Banega?
No
hay caso. La Copa es para Chile y Argentina otra vez debe tirar del carro. Otra
vez debe saborear la amarguísima miel de salir segundo. Y el caso, es que la
foto más triste de todas es la de Messi, tirado en el pasto, solo, solísimo,
con la mirada perdida y desorbitada con la que parecía decir “sí, debo
aceptarlo, no ganaré nada con la selección”.
El
caso es que vinieron las críticas. El caso es que el Diario Olé, el más leído
en Argentina, sacó un Editorial dolido en el que erige a Messi como el gran
responsable de la derrota. Y el caso es que no, por favor, eso no puede ser.
La
final era para Messi el partido 67 de la temporada. 52 semanas y 67 partidos.
67 partidos en los que el rival, sea
cual sea, tiene una orden clara: hagan lo que puedan para parar al 10. ¿Y si
hay que pegarle? Pues le pegan. ¿Y si hay que agarrarlo? Pues lo agarran. Lo
que sea, al 10 párenlo como sea. El
caso es que a Messi, hasta que se compruebe lo contrario, le corre sangre por
las venas como a usted y como a mí. Y se cansa. Y se deprime. Y le salen ampollas en los pies. Y 67 partidos
son demasiados para un solo año. Demasiada presión, demasiado desgaste.
Lío, como pasa con los genios, es un adelantado. Tiene una comprensión del juego más profunda y más lúcida que la de cualquier otro. Juega en otro tiempo. Ha entendido que para ser -y poder ser- letal debe regularse. Guarda el puñal para ataques esporádicos, perfectos. Se hace el loco, se tira a una banda, parece no estar, parece un autista perdido en una cancha de fútbol y…. ¡zas! en el momento preciso -minuto 92 de la final de Copa América- alza la mano, pide el balón al pie y cabalga. Cabalga y es imposible agarrarlo, cabalga y solo resta esperar, con los puños apretados –lo dijo Sampaoli- verlo festejar.
No
fue así, lo sabemos todos. Higuain no logró entrar en el tempo Messi y llegó tarde a empujar el gol de la victoria, el gol
del campeonato, el gol que cortaba la racha de 25 años sin títulos. El nuevo
fracaso argentino debe doler. Es natural preguntarse qué habría sido de la
final si Messi hubiera estado más activo, es entendible pegarle al televisor,
odiar al fútbol por un rato. Pero decir
que Messi es el culpable, vecinos, es un sacrilegio. Es escupir en la mano que
da de comer. No se lo permitan. O préstenlo, préstenlo por un ratico.
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Este es un espacio de alto contenido futbolero. Descontaminado de las polémicas que gravitan fuera del césped.
martes, 7 de julio de 2015
Si no lo quieren, préstenlo
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