Por: Martín Lleras Jacobsen
Twitter: @martinlleja
Perdió
Nacional y perdió su invicto en Liga Águila. En Medellín, en su propia casa, el
Once Caldas le planteó un partido dificilísimo y lo dejo en evidencia. El
partido de ayer, además de volver a
cuestionar la falta de versatilidad y contundencia ofensiva, puso en duda la
solidez y el orden defensivo, ambos, aspectos que hasta el momento habían sido
los pilares del Nacional de Reinaldo Rueda.
A
pesar de haber sufrido frente a Uniautónoma, Nacional repitió alineación frente
al Caldas. La única variación fue la posición de Chará, que cambió con Berrio y
pasó de la banda derecha a la izquierda, lugar desde el cual, en la quinta fecha, frente al Pasto, metió dos goles y mostró ser mucho más peligroso.
Jugar con el perfil cambiado le facilita la incursión hacía adentro y esto le
permite acercarse más al área y asociarse mejor con Macnelly y Duque. De resto,
el equipo mantuvo su 4-4-1-1 habitual.
Once
Caldas, por su parte, salió con un planteamiento tan paciente como valiente.
Con dos líneas de cuatro y dos hombres en punta, los dirigidos por Torrente,
desde el principio, le regalaron la pelota a Nacional y apostaron por esperarlo
en dos cuartos de cancha. La consigna fue ejercer una presión en bloque, que
arrancaba con Arango y Arias, sus hombres más adelantados, para así provocar
errores en la salida de Nacional e intentar capitalizar las oportunidades de
contragolpe.
Desde
el principio la posesión fue de Nacional, sin embargo las opciones más claras
fueron para el visitante. A los diez minutos, Quintero aprovechó una salida en
falso de Bernal, lo dejó regado y filtró una pelota para Johan Arango, que dejó
en evidencia la lentitud de Henríquez y Nájera. El buen achique de Camilo
Vargas impidió el gol, pero ese primer acercamiento anticipaba lo que serían
los próximos minutos. Diez minutos más tarde, un desprolijo rechace de Nájera
dejó malparada a la última línea de Nacional y Marlon Piedrahita aprovechó, le
ganó la espalda a un desentendido Berrio y desde lejísimos se atrevió a
romperle el arco a Vargas. La pelota se coló por el ángulo derecho del arco
norte del Atanasio Girardot ¡Golazo! El Caldas se atrevía y la solidez
defensiva que caracterizó a Nacional en las primeras fechas no se veía por
ningún lado.
Nacional
reaccionó inmediatamente y una combinación por adentro de sus dos “extremos”,
Chará y Berrio, terminó en el gol del empate. Otra vez, el juego interior
volvía a ser la estrategia ofensiva por excelencia. Así mismo, el cambio
posicional de Chará le daba la razón a Rueda.
Con
el partido empatado y empujado por un golpe anímico, Nacional se sintió capaz
de darle la vuelta. Sin embargo, las ganas y el ímpetu no eran suficientes para
hacerle daño a un equipo que, dada su disciplina táctica, parecía inglés. El
Once Caldas se sacrificaba y mostraba la convicción defensiva que,
extrañamente, le hacía falta a su rival. Mientras tanto, Nacional, que aqueja
el mal momento de Macnelly Torres, se mostraba sin ideas, frío adelante y
congelado atrás.
La
falta de compromiso defensivo de Nacional, que fue una constante durante todo
el partido, tenía que pasarle factura y, faltando cinco minutos para que se
acabara el primer tiempo, pasó lo inevitable. Tras un tiro libre, Lopera le
bajó la pelota a Piedrahita, este último controló y tiró un “buscapiernas” que
pegó en Nájera y terminó en el fondo de la red. Particularmente llamativo fue
el desentendimiento en marca de Bernal, no sólo en la jugada del segundo gol, sino
durante todo el partido. Ayer se le vio más participativo en ataque, pero sonso y perezoso en las transiciones defensivas. Esto, sin duda, perjudicó al equilibrio del equipo.
La
primera media hora del segundo tiempo fue más de lo mismo: el Caldas
comprometido con su implacable trabajo táctico y Nacional intentando crear
peligro en el área rival y sufriendo en su propia área cada vez que el
visitante cruzaba la mitad de la cancha. Sólo faltando veinte minutos, después
de la entrada de “Manga” Escobar y la resurrección de Macnelly Torres, Nacional
fue capaz de ofender al Caldas. El ingreso del extremo vallecaucano le dio
frescura y alternativas al ataque del verde. Por otro lado, volvió a quedar claro que cuando aparece Macnelly, Nacional es un equipo peligroso. Al final, el
palo y una atajada providencial de Henao –que había entrado por el arquero
Cuadrado– evitaron el empate.
La
derrota es preocupante, pero no tanto como las malas sensaciones que dejó el
equipo, sobre todo en defensa. El partido frente al Once Caldas dejó un
sinsabor y dio síntomas de retroceso. El equipo de Rueda, aunque sufría en
ataque, se mostraba sólido en defensa. Ayer, en cambio, volvió a sufrir en
ataque y a eso le sumó inseguridad, desentendimiento y torpeza en defensa. El flojo
rendimiento de los centrales y de los volantes de primera línea se convierte,
de repente, en una duda extra, que Rueda, en teoría, ya tenía resuelta. No debe
estar muy contento…
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