Por: Juan Francisco García
Twitter: @jfgarcia2809
"La Ciudad de Loja tiene 180.000 habitantes. El estadio de
Liga de Loja una capacidad para 15000 personas. La grama es la de un estadio
amateur. Todos los ingredientes listos para un bodrio y aquí vamos..."
El equipo local plantó un 4-4-1-1 con una orden clara: hacer
valer su cancha de barrio, todos a pelear y a buscar el talento del Caffa –ex
Boca, ex Betis, ex Arsenal- para abrir la pelota a los extremos, Gómez y Cheme, y luego, a puro centro y corazón, hacer sufrir al visitante.
Santa Fe, por su parte, sabiendo de la adversidad de las
condiciones, paró a su equipo habitual. Sólo faltaban Mosquera (que estará al
menos 5 meses por fuera por lesión del talón de Aquiles) y Salazar, pues Peluso
optó por Gordillo.
El primer tiempo fue un batazo al espectador. La pelota se
hacía caótica, saltaba como una rebotina sin lógica ni regularidad, no se
hacían tres pases seguidos y ni local ni visitante lograban hacer funcionar sus
circuitos. Los cerebros ofensivos –Caffa y Pérez- jugaban muy retrasados y
sufrían para habilitar a los delanteros.
La pelota era de la
Liga de Loja, pero a excepción de un tiro libre de Caffa y un par de
desprendidas de Gómez y de Cheme no hubo mayores riesgos para Santa Fe. Eso sí, el desgaste se
dejaba notar; tanto Villarraga como Otálvaro sufrían para defender y la segunda
línea de tres, con Gordillo, Roa y Seijas, corría mucho pero recuperaba poco.
El primer tiempo se fue con sólo dos opciones claras para
Santa Fe: una descolgada de Morelo por la derecha a previo puñal de Pérez, que
terminó de mala forma Otálvaro. Y un balón al ángulo de Roa, que no pudo ser
por mérito del arquero local. 0-0, un bodrio.
El segundo tiempo empezó sin cambios. Sorpresivamente los
jugadores parecían haberse adaptado al campo indomable de Loja y tanto locales
como visitantes lograban circular más el balón. Al minuto 53 Santa Fe hizo la
mejor combinación que iba a tener en el partido y casi abre el marcador. Aunque los de Bogotá no la pasaban
especialmente mal, Loja tenía más criterio con el balón que en el primer tiempo
y sus laterales y extremos pasaban decididamente al ataque.
Minuto 58 y Santa Fe ya había tenido la mejor que tendría,
Castellanos le había negado el gol a un tiro libre venenoso de Caffa, Gómez se
había desprendido con peligro. El partido seguía cansino, interrumpido, de
barrio, pero al menos traía emoción. El eje Seijas, Gordillo y Roa se hacía
férreo, el venezolano se sentía cómodo abriéndose a su banda para lanzar
balones a Morelo y Quiñones.
Entrados los 65 minutos Peluso empezó a ver con
cara feliz el empate, entonces salió Quiñones y entró Miranda, para sumar otro
jugador a la mitad; salió Villarraga por Cummings para proteger la amarilla y
salió Morelo por Salazar, para terminar de cerrar el partido. Loja incluyó tardíamente a Orue -una torre- y a Naula para desequilibrar, pero todo siguió
su curso, el reloj se comió el partido y al final fue un 0-0, que por el bien
del espectador se olvidará pronto y para siempre. En terrenos así sobra el
análisis, se juega a sobrevivir, a terminar el partido.
Santa Fe se trae el empate, el fin de semana deberá rotar
con inteligencia para luego, otra vez en mitad de semana,
recibir a los de Loja. Los ecuatorianos son de esos clubes que llenan de
mística a nuestro contienente, pues enfrentan una copa internacional con el
cuchillo entre los dientes y poco más… pero para Santa Fe, que hoy resuena como un grande, el partido de vuelta debe ser un triunfo obligado. Deberá ganar y gustar.
No puede permitirse otro bodrio.
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