Por: Martín Lleras
Twitter: @martinlleja
La
derrota a mitad de semana fue dura, no sólo porque corto una racha de buenos
resultados que estaba invisibilizando las dificultades inherentes a cualquier
transición, sino que, además, supuso la eliminación de Copa
Águila. Nacional siempre debe optar por todas las competiciones y la
eliminación en octavos de final es más que prematura. Golpe bajo para Rueda,
que sabía de la importancia del partido y no tuvo problema en alinear a todos
sus pesos pesados.
Dicho
así, el partido, de local, ante Envigado se presentaba para Rueda, no como una
oportunidad para resarcir la floja actuación de su equipo frente al Junior,
sino como una obligación, la de recuperar la confianza de la hinchada. El
triunfo era necesario. Y se consiguió. En uno de los dos remates al arco que
hizo Nacional en todo el partido, después de un centro de Farid Díaz, apareció
Jefferson Duque y con un cabezazo desarticuló el sueño de un equipo digno, que,
con siete juveniles en cancha, se atrevió a poner en apuros a su poderoso vecino.
Si algo quedó claro, además de que Nacional fue tan efectivo como inofensivo,
es que Envigado sigue siendo uno de los pocos equipos colombianos que realmente
apuestan por la valía de las divisiones inferiores. “Nada que no supiéramos”,
dirá James Rodríguez.
Con
el paso del tiempo y de los partidos es claro que Nacional ha optado por la
continuidad de un mismo sistema de juego. Las dos líneas de cuatro detrás de Macnelly
han sido una constante durante este
inicio de campeonato. La única duda que parece haber tenido Rueda es la del
delantero centro. En lo que va de la liga, el vallecaucano salió
recurrentemente sin un referente fijo en ataque, sino que prefirió jugar con
Berrio o Ruiz, que rotaban constantemente con los volantes externos de turno.
Contra Junior y, ayer, contra Envigado, en cambio, jugó Jefferson Duque como
nueve fijo. La inclusión de un goleador como Duque aporta un mayor poder
ofensivo en el juego largo y contundencia en partidos como el de ayer, en el
que escasearon la precisión y las opciones claras de de gol. El delantero paisa, sin
duda, está haciendo méritos para hacerse con un puesto en el once inicial.
Durante
todo el partido, el planteamiento defensivo de Envigado fue muy bueno, sobre
todo en el primer tiempo, antes de que el 1-0 le cambiara los planes al técnico
Juan Carlos Sánchez. Envigado plantó dos líneas de cuatro, le regaló el balón a
Nacional y lo esperó en su propia cancha. Nacional recibió el regalo, manejó
cómodamente el balón en los dos primeros cuartos de cancha, pero fue incapaz de
jugar con claridad en los dos últimos. La solidez defensiva del visitante
desnudó la falta de variantes ofensivas de un Nacional que tiende a jugar por
adentro y que desaprovecha la vocación ofensiva de sus laterales y sus volantes
externos. Que el gol del triunfo haya nacido de un centro de Farid Díaz no debe
confundirnos, el ataque de los laterales verdes fue mojigato y carente de
convicción. Así mismo, la imprecisión de todos los volantes, especialmente la
del venezolano Guerra (que remplazaba al lesionado Copete), enmarañó el juego
ofensivo del local.
El
segundo tiempo terminó por confirmar que ayer, pese a la victoria, no fue un
buen partido para los de Rueda. Envigado se aprovechó de la defensa retrasada de
Nacional, ejerció una presión alta y, a punta de ilusión adolescente, puso a
temblar el arco de Armani. El empate pudo haber llegado, pero la experiencia
del argentino valió la victoria y evitó el desvelo de Rueda.
Al
final, Nacional se llevó los tres puntos, acontecimiento que lo sitúa, junto a Santa
Fe, en la punta de la tabla. Sin embargo, el partido del miércoles en
Barranquilla y el de ayer en Medellín dejan claro que esto no va a ser fácil,
ni siquiera para el poderoso Nacional de Reinaldo Rueda, que, pese a ser
co-lider, mira la Copa Águila por televisión. Había que ganar y se ganó. ¿Qué si se
disiparon las dudas? Eso no lo sé.
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