martes, 18 de agosto de 2015

Valverde y Aduriz tumbaron al Barcelona

Por: Sebastián Nohra
Twitter: @sebastiannohra


Un entrenador tan meticuloso, laborioso en los detalles y cuidadoso con la preparación física de su plantilla como Luis Enrique, debía tener claro las condiciones y las reservas de su equipo para encarar este doble partido. Consciente de ello, alineó siete suplentes en el partido de ida. Pero resulta imposible controlar errores individuales como los de Mathieu y Alves, errores que condicionan la ruta del partido y que además son impropios de profesionales de súper-elite.

Sin todo el ejército listo para competir, el Barcelona enfrentó en los dos partidos a un equipo entregado a su causa, combativo, parejo en todas las líneas y asfixiante en la presión. En dos palabras: un equipo. Valverde diseñó un plan y sus jugadores lo aplicaron con notable disciplina. Había que replegarse cuando el Barcelona lograra superar la primera línea de presión. Si no lo hacía, los puntas y volantes presionaban arriba en conjunto. Eraso tenía la orden de tapar a Busquets, los demás agarraban a los receptores, para cortar la salida y obligar a Bravo a dividir el balón.

Por otro lado, Valverde ya no le pidió a Balenziaga que le hiciera marca personal a Messi. Además, Leo estaba en modo conductor y no encarador. Quizá, esa quinta velocidad, que lo hace volar sentado en un tapete por encima de los demás, no la podamos ver en Agosto. Así se sea el mejor, su cuerpo responde a los patrones lógicos del rendimiento físico de un futbolista. Sin la quinta velocidad de Messi y sin Neymar, el Barcelona careció de desequilibrio en el uno a uno.

Para mirar de frente a Iraizoz había que apelar a la ortodoxia, a alguna fina combinación por dentro como en los años de Guardiola. Y así fue. Suárez pivoteó entre los centrales de pecho para Messi, control con el hombro y adentro. Minuto 43, la remontada parecía posible.

En el segundo tiempo, el Barca arrancó con buen ritmo, Rakitic e Iniesta estaban aceitados y precisos -desde el principio-. Lo más interesante de su equipo partía de sus botas. Hasta que en el minuto 57 se acabó la final: un reclamo airado de Piqué al línea supuso su expulsión.  La otra media hora fue intrascendente y anecdótica. Quizá solo sirvió para realzar el buen momento de Beñat. Un jugador al que se le lleva esperando mucho en San Mamés  y al que Valverde retrasó quince metros para darle el timón del equipo.

Después del pitido de Velasco Carvallo, el Athletic Club de Bilbao logró un titulo 31 años después, ! más de tres décadas ! Un título trabajado y merecido. Fue notablemente superior a su rival en los dos partidos. Fue una cachetada y una cura de humildad al supercampeón, para que no se olvide de competir.

Este título deja en mal lugar a aquellos que confunden la victoria con el éxito, a aquellos que condenan al tártaro del fracaso y la crítica a todo lo que no signifique ser primero. Ayer la estadística nos recordó que un club tan importante y longevo como el Athletic Club de Bilbao llevaba más de tres décadas sin ganar nada. Y es entonces, cuando nos acordamos que la grandeza y la mística de esta institución Vasca no están fundadas en la victoria. Y es entonces cuando nos podemos permitir abandonar la dictadura del resultado y empezar a tener claro que primero fue el huevo que la gallina.

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