Por: Sebastián Pachón
El
fútbol da revancha. A una semana de haber perdido el liderato contra San
Lorenzo, en un partido atípico por donde se le mire, los Xeneizes encaraban un
nuevo Superclásico del fútbol argentino. Un día antes, los de Boedo habían
perdido 0-1 contra Huracán y, de Boca ganarle a River, recuperaría la punta del
torneo. Boca saltó al campo con Orión; Peruzzi, Tobio, Díaz, Monzón; Meli,
Erbes, Gago; Betancur; Palacios y Tévez. Muchos cambios respecto al partido
pasado, pues Tévez y Gago volvieron de su convocatoria a la Selección Argentina
y Mozón y Meli ingresaron por los lesionados Colazo y Pérez, respectivamente.
River
Plate, que tras su título en Copa Libertadores no había sumado muchos puntos en
el campeonato local, recibía a Boca con el siguiente equipo: Barovero; Mercado,
Mammana, Álvarez Balanta y Casco; Sánchez, Kranevitter, Ponzio, Martínez; Mora
y Alario. Cabe resaltar que, de aquella defensa sólida con la que ganaron todo,
sólo pudieron presentar a Mercado, pues Maidana y Vangioni estaban lesionados y
Funes Mori fue vendido al fútbol inglés.
Los
estudios médicos que se realizará mañana Fernando Gago nos dejarán saber la
gravedad de su lesión. Es que a los 24 segundos de haber iniciado el encuentro,
el volante central sintió un fuerte tirón en su talón de Aquiles y tuvo que
abandonar el campo de juego. Frases hechas como “los clásicos son partidos
aparte” o “cada clásico es diferente a los demás” salieron a relucir antes del
minuto de juego. La lesión de Gago obligó a Arruabarrena a hacer un cambio tempranero,
pero decidió apostar por la misma idea: control de pelota y juego en el medio
campo. Con base en esto, el elegido para ingresar fue Nicolás Lodeiro, quien
partido a partido demuestra con creces lo bien que le hace al equipo su
participación.
La primera
mitad del partido fue toda de Boca. En defensa, con mucha presión y despliegue,
el equipo del Vasco incomodó muchísimo a los locales, quienes no encontraron
nunca espacios para salir jugando y abrir la cancha con Martínez y Sánchez.
Ponzio y Kranevitter no lograban dar el “primer pase” para romper líneas de
Boca, por lo que Alario y Mora fueron dos espectadores en los primeros 45
minutos. En ataque, Boca no utilizó los caminos de siempre, pues el rival no le
iba a entregar la pelota para luego salir de contra, como sí lo hizo San
Lorenzo. Peruzzi no pudo pasar al ataque como de costumbre, priorizando la
marca sobre Martínez. Ante este panorama, el ataque fue por el centro, con
Lodeiro buscando la pelota a la espalda de los volantes centrales de River. Ahí
se armó el partido.
Boca
logró hacerse profundo con el paso de los minutos. Barovero no era figura
aunque River cada vez defendía más cerca de su arco. A los 19 minutos Tobio, con
un pase largo desde campo propio, buscó a Palacios, que le ganó la espalda a
Álvarez Balanta y habilitó a Tévez para que quedara de frente al arco. El Apache
intentó sacarse de encima al arquero, pero éste respondió bien aunque dejó un
rebote en el centro del área. Lodeiro, acompañando la jugada, le rompió el arco
a Barovero y puso el 0-1. Júbilo en La Boca, pues se adelantaba en el marcador
y se ponía momentáneamente como único líder del campeonato.
La
segunda mitad fue muy diferente a la primera. Boca se retrasó unos metros en el
campo y le cedió la posesión al rival. El orden era la prioridad número uno. A
pesar de tener la pelota, los ataques del local no eran claros ni efectivos,
porque el medio campo Xeneize se mostró muy sólido siempre, cerrando los
caminos por abajo. En una de las pocas opciones de toda la noche, Lucho González desbordó hasta línea de fondo y tiró un preciso centro a la cabeza de
Alario, quien remató con fuerza pero Orión respondió bien. River atacaba con
más ganas que ideas, juntando muchos hombres en ataque y rompiendo al equipo en
la mitad. Esto lo vio Arruabarrena y ordenó el ingreso de Chávez por Palacios,
un velocista por otro, preparado para salir de contra en cualquier momento. El
trámite del partido continuó de la misma manera, con un River sin claridad y un
Boca que esperaba ordenado y amenazaba con Tévez y Chávez de contrataque.
Los
minutos se acabaron, no pasó mucho más en el partido, y Darío Herrera
decretó
el final. Si bien el triunfo no sana las heridas de los cruces por
torneos
internacionales, es un empujón anímico muy importante para la recta
final. El
equipo logró responder a una prueba difícil, ante el rival de toda la
vida, una
asignatura pendiente del equipo del Vasco y la muestra de carácter que
pedía la hinchada desde hace tiempo. Se viene un final de campeonato
intenso, pero el panorama es alentador: el único que depende de sí mismo es el
equipo de La Ribera.
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