Por: Martín Lleras
Twitter: @martinlleja
Hablar
de sorpresa sería mentiroso e injusto. Injusto con Medellín, que
fue superior, que jugó un magnifico segundo tiempo y que, con la victoria sobre
su rival de patio, escaló al segundo puesto de la tabla. Mentiroso, porque
teniendo en cuenta lo poco que ha demostrado Nacional en los últimos partidos,
ninguna derrota, frente a Medellín o a cualquier otro equipo, puede ni debe
ser interpretada como sorpresiva. En el clásico del pasado sábado primó la
lógica: Nacional perdió porque fue un equipo tímido e inofensivo, que, cuando se
puso abajo en el marcador, fue incapaz de buscar variantes claras hacía el gol.
Antes
de arrancar el partido, la gran incógnita era la solución táctica que Rueda le
iba a dar a la ausencia de Macnelly Torres y Alexander Mejía, ambos concentrados
con la Selección Colombia. Incógnita que se resolvió a los diez segundos de
iniciado el partido. Con Rueda las sorpresas tácticas no existen y desde el
principio vimos el mismo 4-2-2-2 que frente a la Equidad. El técnico apostó por
un “hombre por hombre”, Davinson Sánchez hizo de Mejía y Yimmí Chará hizo de
Macnelly Torres. A Chará lo acompañó Yulían Mejía en el mediocampo ofensivo y
en punta jugaron Duque y Berrio. Por enésima vez se vio un Nacional
sin extremos.
Medellín,
local por calendario, salió con un planteamiento ofensivo, cuyas principales
novedades fueron Luis Tipton, que remplazó a Frank Fabra –convocado por
Pékerman– y Ángelo Rodríguez,
sustituyendo al lesionado Caicedo. En defensa, los rojos formaron un 4-4-1-1,
con Moreno y Torres en el doble pivote defensivo, Helchalar y Arias por las
bandas, Marrugo suelto y Rodríguez en punta. En la transición defensa-ataque,
Medellín procuró cambiar su esquema a un 4-2-1-3 adelantando y pegando a las
bandas a Arias y a Helchalar. Marrugo, arrancando desde atrás, fue el encargado
de proponer e impulsar la transición ofensiva.
El
primer tiempo fue un monumento al orden, al equilibrio defensivo y a la ocupación de espacios. Ambos equipos, cautelosos, emplearon todos sus esfuerzos
presionando y oficiando superioridad numérica en todas las escasas acciones
ofensivas del rival. Allí donde uno de Medellín tenía la pelota, llegaban
dos o tres hombres de Nacional a presionar y viceversa. De media distancia, el mecanismo favorito de
Nacional, se dieron las pocas y abstractas opciones de gol.
Nacional
mostró lo mismo y único que viene mostrando: un juego interior, que a falta de
Macnelly, esta vez, estuvo liderado por Chará. El vallecaucano se movió por todo
el mediocampo, pero fue incapaz de encontrar socios que le ayudarán a tejer
hacia delante. A Mejía se le vio incómodo con el movimiento y la omnipresencia
de Chará. En repetidas ocasiones se les vio pegados, anulándose entre ellos las
opciones de pase. Las bandas de García y Díaz estuvieron, otra vez, taponadas,
no por virtudes rivales, sino por propia idea de juego.
En
el segundo tiempo, Medellín salió con una mayor disposición ofensiva y, al
minuto de juego, Marrugo aprovechó un pivote perfecto de Ángelo Rodríguez, regó
a Henríquez y la puso en el ángulo derecho inferior del arco de Armani. Con el
1-0 a favor y la tranquilidad de ir
arriba en el marcador, Medellín sacó a relucir su mejor fútbol, jugó fluido y
supo ofender al “visitante”. La entrada, primero, de Pajoy, que le dio claridad
a la zona de gestación y despues de
Micolta, que entró como una moto, inclinaron el juego hacia el arco de Nacional.
Tras
el tempranero gol de Medellín, Rueda hizo un movimiento que ya se le había
visto en el partido frente al Once Caldas. Sacó a Davinson Sánchez por “Manga”
Escobar, un jugador de corte ofensivo, y dejó al equipo con un único volante
de marca. Esta maniobra le salió mal al dt, puesto que le abrió
espacios a los volantes rivales y obligó a Chará a alejarse del área rival para hacer
de volante de marca provisional. Finalmente y ya dando gritos de ahogado,
corrió el riesgo de poner a cabalgar a Juan David Valencia por la banda
izquierda. La entrada del lateral paisa le dio peso ofensivo al equipo, pero no
fue suficiente para conseguir el gol del empate. ¿Por qué Nacional sólo arriesga cuando el
partido está perdido?
Ha
pasado exactamente un mes desde aquella victoria frente al Pasto, la última
demostración de contundencia y buen fútbol que ha dado el equipo de Reinaldo
Rueda. Algunos, los resultadistas, dirán que Nacional ha ganado cinco de nueve partidos, que se
encuentra entre los ocho y que, con seguridad, va a clasificar. Y es verdad. Igual
de verdadero es, sin embargo, que volvió a perder el sábado y que, exceptuando
aquel 4-0 frente al Pasto, ha sido un equipo plano, que a parte de los
resultados –unos buenos y otros malos–, provoca más bostezos que emociones. Es
pronto para pensar en la guillotina, claro está, pues en diez fechas no se
consolida ningún proyecto serio, no obstante, en una liga tan fugaz y rapáz
como la colombiana, quizás sí sea el momento de prender las alarmas y tomar una
postura auto-crítica.
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