Por: Sebastián Nohra
No es momento para la crítica oportunista y destructiva. Aquella que se agazapa en el éxito y es implacable en el fracaso. No es momento para sentencias absolutas, ni presagios apocalípticos. Es momento para reflexionar con la calma de quien acaba de iniciar el camino. Colombia perdió merecidamente. La responsabilidad de una noche lamentable debe ser compartida entre jugadores y entrenador. Fue un equipo superado en todas las facetas del juego, lo importante es analizar porqué.
El triunfo contra Perú en Barranquilla había dejado varias conclusiones negativas: el continuo desvanecimiento del buen juego interior que el equipo algún dia tuvo, el mal funcionamiento del doble cinco, el bajo nivel de Cuadrado y el pobre volumen ofensivo. Si bien se ganó, Pekerman estaba obligado a retocar el sistema y redistribuir jugadores. El Centenario no es El Metropolitano y Uruguay no es Perú. Era otro paisaje, había que ir con otro traje.
El entrenador salió con los mismos once. La única diferencia fue la posición de Cuadrado, que jugó por la izquierda. Se intentó cargar el juego por ese lado acercándole a Cardona y buscando la salida de Fabra. Quizá la intención era limitar el juego y las proyecciones del lado fuerte de Uruguay con el tándem Carlos Sánchez-Pereira. Ni se logró desequilibrar por ese lado, ni se pudo contener las embestidas de esos dos leones. El lado derecho fue mudo, con un Guarín impreciso e improductivo, y con lo poco que le aporta Arias en salida al equipo, no se hizo nada por ese lado.
Sin Suárez y Cavani, Pékerman sabía que iba a encontrar lo que encontró: la versión más uruguaya de Uruguay: juego vertical, presión, asfixia y creer más que nunca en las bondades de ganar las segundas jugadas. Ni el entrenador ni los jugadores se prepararon para la batalla. El equipo fue a la guerra a pelear con caucheras. Uruguay ganó todos los balones divididos, todas las segundas jugadas. Cuando esto pasa de una manera tan desbalanceada no hay táctica que lo justifique. Ocurrió porque los de azul iban a esos balónes con un coraje, una vehemncia y una convicción que los de amarillo no tenían.
Colombia no fue capaz de defender la mayor amenaza "charrua": la cabeza de Godín. El primer mandamiento debía ser marcar al del Atlético. Sin asomarse ni una vez al arco de Muslera, se terminaba el primer tiempo perdiendo, y con 45 minutos para cambiar dos cosas que evidentemnte no funcionaban: la apuesta de Cuadrado por la izquierda y la posición de Guarín. Insistir con Guarín de cinco es una terquedad. José Néstor, dos de sus peores derrotas (Brasil y Uurguay) han sido con Guarín de compañero de Sánchez. Su partido ayer fue desastroso.
El equipo saltó al segundo tiempo con los mismos jugadores. Cuadrado cambió a la derecha, y al menos pudo conducir tres o cuatro veces, generando faltas. Fue el único pasaje del partido donde Colombia insinúo algún peligro. Solo con pelota quieta, porque nada más en ataque funcionó. Para batallar contra Godín y Giménez, era importante tener quien bajara y ganara balones por arriba para poder avanzar. Teo no tocó el balón, y para esta tarea la fuerza y la talla de Jackson hubieran podido servir.
El partido terminó con un gravísimo error de Arias que no logra cortar un centro cruzado y Rolan controla y engaña a un Ospina que se le vio triste y poco combativo. 2-0, fin del partido. No se le podía pedir épica a un equipo que no se enteró nunca a donde fue a jugar. Si el equipo está peleado con su juego, con su esencia, había que adaptarse mejor al escenario. Por momentos el partido pareció un combate de niños contra hombres.
En un intento por cambiar la rigidez de la lucha en la mitad de la cancha, Pekerman sacó a Guarín y a Teo por Castillo y Macnelly. La idea era pasar a un 4-3-3, con Macnelly y Cardona de interiores, Castillo y Cuadrado de extremos y Bacca en punta. No hubo reacción. Los uruguayos siempre doblaban a cualquier colombiano que tuviera el balón. Los laterales no ofrecían salida, Castillo, muy ansioso, nunca entró en el partido, Macnelly hizo todo mal y Cuadrado seguía fiel a sus peores noches, las de la velocidad de piernas y no de cabeza. Con un gran Cardona no alcanzaba.
El 4-3-3 no funcionó y un error de Murillo le puso firma de goleada al peor partido del defensor del Inter con la selección y uno de los peores de la era Pekerman. Colombia perdió todo el partido en las dos áreas, jamás logró penetrar a Uruguay ni por adentro ni por afuera. Los de Tabarez jugaron un partido muy serio y completo. Llegaron cuatro veces y golpearon tres. Golearon siendo Uruguay y recibirán la tercera fecha conmemorando una década del "maestro" Tábarez al frente de la selección. Una decada memorable.
Colombia, por su lado, tiene un mes para encontrar la pareja de baile de Sánchez en la mitad. Alguién que no ofrezca tan poco fútbol como Mejia, pero que no marque tan mal cómo Guarín. Debe encontrarle solución a la ausencia de Zuñiga y buscar el compañero adecuado para Teo en ataque. Los tres puntos contra Perú y el excelente rendimiento de Cardona (sin duda, el mejor de los dos partidos) fue lo más destado del inicio de las eliminatorias. En este mes Pekerman tendrá varias tareas, deberá mostrar fina y certera cintura de seleccionador y estratega. Acá, no dudamos que la tenga.
buen texto sebas
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