martes, 6 de octubre de 2015

Por qué el fútbol no es un asunto de humanos



Por: Carlos Andrés Ramírez. 



El título puede parecer algo exagerado pero yo lo creo así. Lo creo por algunos aspectos de la experiencia del juego, pero también por el vocabulario y el lenguaje que se maneja en torno al fútbol día a día. Estoy convencido de que ese vocabulario no es casual ni fortuito y que hay que tomárselo en serio cuando se habla de genios, magos, animales, gigantes y otros seres fantásticos. Hay que tomárselo de esta manera para entender un aspecto fundamental de la experiencia del fútbol. No es una pregunta por la verdad o falsedad de esas atribuciones, sino, ¿qué pueden significar?, ¿cómo se relacionan con el juego?, ¿por qué hablamos así de los futbolistas?

Quisiera hablar de aquellos adjetivos y sustantivos atribuidos a los jugadores que los convierten en seres sobrenaturales y con capacidades inhumanas. Tenemos, por ejemplo, a los genios. Quizás sea obvia esta referencia e incluso un cliché, pero no puedo olvidar ni pasar por alto el relato de Víctor Hugo Morales del gol que Maradona le hace a Inglaterra en México 86; relato que tantas veces he visto y oído por internet. Cuando Diego arranca en su carrera infernal, Morales le llama ‘genio del fútbol mundial’ aunque todavía no sabía lo que estaba a punto de hacer. Cuando se acerca vertiginosamente al arco, lo vuelve a llamar genio varias veces. Profiere una serie de onomatopeyas, después sucede el gol, y luego invoca a Dios. Dice derramar lágrimas y además dice algunas palabras sobre los astros y sobre cómo esa había sido una ‘jugada de todos los tiempos’.

Incontenible, inesperado, encarnación del azar del juego. Morales también le llamó genio antes del manotazo diabólico que aún resienten los ingleses. Y es que la inspiración del genio y la maldición del demonio provienen de un lugar bastante similar. En la mitología griega, el genio es llamado daimon y es tanto el que inspira desde un lugar divino las acciones de los hombres, así como el que los protege y acompaña durante toda su vida. Estas acciones inspiradas no conocen las reglas del mundo de los hombres pues provienen de un lugar ultra-humano, por lo que en ocasiones parecen inmorales e incluso malvadas. Aunque hoy la mayoría se ufana de no creer en estas dimensiones ultraterrenales, creo que vale la pena preguntarse: ¿qué tipo de acciones eran llamadas ‘geniales’ o ‘inspiradas? ¿Acaso ya no se dan más estas acciones? Considero que precisamente en el gol de Maradona, pero también en la narración de Víctor Hugo Morales, la genialidad aparece con toda la magia y aura enigmática de las grandes acciones mitológicas. Luego de haber narrado el gol, Morales cae en cuenta no sólo del carácter extraordinario del gol de Maradona, sino además de su propio comportamiento extraño e inadecuado. Pide perdón por haber perdido la compostura: estaba fuera de sí, como Maradona, inspirado por los astros o quién sabe qué más; enajenado y poseído por una fuerza que avergüenza la moral y las buenas maneras de los buenos hombres. Se trata, en todo caso, de una pérdida de sí y de una posesión de sí por fuerzas impersonales que se traducen en grandes e históricas acciones.

En una entrevista hecha al relator, este afirma que reconoce que en la narración futbolera hay un poco de actuación y de exageración. Reconoce que tal como los jugadores deben cumplir un rol en la cancha, él debe asumir uno en la locución. Pero reconoce de igual manera que el gol de Maradona lo sacó de ese lugar: perdió la compostura. No siendo un narrador, estando fuera de su lugar, pasó a la historia por su desaforado relato del gol. Estando fuera de sí forjó, probablemente, el modelo a seguir de muchos narradores contemporáneos que sueñan con tener una oportunidad semejante, con presenciar un acontecimiento de esa magnitud y estar a la altura de la situación con sus palabras. Excediendo los límites de lo normal, alcanzó un momento de perfección narrativa. Hablemos ahora del relato de los ingleses. El relator inglés dijo que el primer gol nunca debió ser validado, pero que la segunda anotación era la prueba de la grandeza de Maradona: absolutamente incontenible para la defensa inglesa, meramente humana, pues los movimientos del argentino se asemejaban a los de un trompo o una máquina. De cualquier forma, una fuerza inhumana imposible de contrarrestar.

Si definimos ‘lo humano’ como un ideal de comportamiento y pensamiento racional, moral y civilizado –tal como parece ser aún en nuestro tiempo y desde la Ilustración europea y además en oposición a lo irracional, la barbarie y lo inmoral–  el fútbol y sus momentos más majestuosos se definen por los instantes en los que dicho ideal se incumple y se alcanza una grandeza más allá de ese parámetro. El momento del incumplimiento del ideal y de la desobediencia es el momento en el que el hombre ya no es más hombre, en el que ese camino trazado para su buen comportamiento y su compostura se recompone con la pérdida de sí en y para el juego. Es pasión, se padece, hay apoderamiento de la locura, la barbarie y la animalidad.

Las acciones de Diego Maradona ese día en la cancha sólo podían explicarse recurriendo a un lenguaje fantástico e inhumano. El hombre parecía inspirado por una fuerza sobrenatural. Piénsese por ejemplo en las antiguas teorías de la ‘inspiración’ de los artistas y científicos: sólo era plausible explicar sus grandes acciones y ocurrencias pensando en que habían sido poseídos por algún dios, demonio o musa. Sin embargo, para mí lo que hizo Maradona no es la prueba definitiva de su genialidad, sino que él, a su vez transfigurado en astro y genio, fue capaz de inspirar en otros una locura similar. Su genialidad se traduce en la locura de quienes presenciaron sus acciones, en la posibilidad de que otros, ante su presencia, se perdieran a sí mismos y fueran poseídos, a su manera, por las fuerzas de lo inmoral y lo divino. 

El caso de Maradona es el exponente emblemático de un conjunto histórico de jugadores y equipos que han obligado al vocabulario futbolero a valerse de expresiones fantásticas y mitológicas. Conocemos también a magos, dioses, saetas, maestros y otros personajes cuyos nombres han sido inspirados por acciones que sólo pueden ser explicados con esa terminología. Lo cierto es que las circunstancias han obligado a usar este lenguaje pues no parece sensato ni justo afirmar que todas esas cosas que ocurren dentro de un campo de juego, aparentemente tan intrascendentes e insignificantes, con su capacidad para transformarnos, desquiciarnos, alegrarnos, hacernos llorar, sean meramente un asunto de humanos. No puede ser, porque por fuera del mundo del fútbol raramente nos dejamos afectar tan dramáticamente y menos por asuntos que parecen ser tan mundanos. En los momentos de la genialidad futbolera, por el contrario, todo ocurre como por milagro, como si algo perteneciente a otro mundo se hubiera encarnado en los hombres que practican el deporte; el acontecimiento genial prosigue a apoderarse de nosotros y, de repente, ya no somos nosotros mismos.

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