domingo, 22 de noviembre de 2015

Así es como funciona esto


























Por: Martín Lleras
Twitter: @martinlleja

Pañuelos blancos, patadas de desesperación, gritos de “Florentino dimisión” y un abultado 0-4 en el marcador, todos elementos suficientes para hacerse una idea clara de lo que pasó ayer en el Santiago Bernabéu. Otra vez –y la verdad es que ya nos estamos  acostumbrando–, el Superclásico español volvió a ser un espectáculo apasionante que le hace justicia al cubrimiento mediático y a la expectativa que genera. Ayer, como casi siempre en estos partidos, uno de los dos salió en hombros y el otro sumido en una crisis que presagia cambios radicales. Como es de suponerse, el Barca fue el primero y el Madrid el segundo.

No es nuevo ni exclusivo de su labor en el Real Madrid, los equipos de Benítez siempre le han dado un trato preferencial al equilibrio defensivo y a la seguridad. Es, por lo menos curioso, que el madrileño haya salido ayer con un medio campo tan descompensado y tirado al ataque. La ausencia de Casemiro y la desidia en marca de James y Cristiano –que jugaron por las bandas– puso en entredicho las aptitudes defensivas de Modric y Kroos, dos jugones hábiles para construir, pero limitados para destruir. La decisión de prescindir de Casemiro, un medio centro estático y de corte defensivo, le restó presencia, orden  y equilibrio al medio campo del Real Madrid. Adicionalmente, la pobre actuación de los dos hombres en punta, Benzema y Bale, permitió que, a pesar de que la idea fue siempre presionar en el último cuarto de cancha, la salida del Barca fuera siempre limpia y correcta.

Por el contrario, el Barca ganó el partido en el medio campo. Luis Enrique salió con un 4-3-3, con Busquets de cabeza de área, Iniesta y Rakitic de interiores y, arriba, Neymar, Suárez y Sergi Roberto completando el tridente de ataque. Sergi Roberto tenía la exigente tarea de reemplazar a Messi y lo hizo con creces. El canterano se doctoró. Estuvo imperial en defensa, frustrando las ofensivas de Marcelo, y también en ataque, arrancando hacia adentro desde la banda derecha, ocupando así el amplio espacio que se abría entre los centrales y los volantes blancos. Ese mismo espacio en el que Casemiro brilló por su ausencia.

Cinco minutos tardó el Barca en hacerse con la pelota y diez en marcar el primer gol. Después de 24 pases y una posesión de un minuto, Sergi Roberto recibió un pase al espacio de Busquets, cambió de ritmo y se la sirvió a Luís Suárez, que, de primera, la cacheteó con el borde externo. Golazo. El Madrid intentó responder con garra y convicción, pero su presión alta fue inocua frente a la prolija salida por el piso de la última línea catalana. Especialmente Claudio Bravo mostró tener un juego de pies digno de un arquero del Barca. Y en el mejor momento del Madrid, cuando era posible pensar en el empate, tras un pase de fantasía de Iniesta, Neymar hizo el segundo del Barca. Diez minutos más tarde, en el tiempo de adición, Marcelo evitaría un gol de Suárez sobre la raya. El 0-2 al final del primer tiempo anunciaba la debacle.  

El Madrid no quería perder, pero luchaba contra lo inevitable. Durante el segundo tiempo mostró ganas de remontar, ganas y no mucho más. Las escasas veces que se animó, el Barca fue compacto, supo cerrar el espacio entre líneas, replegarse y defender sin la pelota. Y cuando no, fue Bravo el que demostró por qué puede ser considerado uno de los mejores arqueros del mundo.

No habían pasado diez minutos de la segunda parte cuando  Iniesta decidió que la noche tenía que ser inolvidable.  El manchego, que entiende de este negocio mejor que ningún otro, otra vez, se asoció en pared con Neymar y desde el borde del área la clavó en el ángulo izquierdo superior de Keylor Navas. ¡Iniestazo en el Bernabéu! De pie ovacionaron a Don Andrés cuando fue substituido.

Después, ya con el 0-3, le llegó la hora al homenajeado. Tras dos meses al margen, entró lento, cuidadoso y sabio, consciente de que su presencia ayer era importante, pero no indispensable. Imposible no contrastarlo con el inexperimentado adolescente pelilargo que, en 2007, le hizo un hattrick al Madrid. Messi entró por Rakitic y jugó de enganche detrás de Neymar y Suárez, otra vez, en la misma zona en la que Casemiro brilló por su ausencia. Y desde esa misma zona, en la que Kroos y Modric flotaron erráticamente y a la que Ramos y Varane nunca llegaron a tiempo, nació el 0-4 definitivo. Al final,  también pudo haber llegado el 0-5, pero Munir, en dos ocasiones, ahogó el grito rabioso de Piqué.

Fue otro partido inolvidable, otro más para la larga lista de encuentros  memorables entre dos enemigos íntimos que se odian, pero a la vez se aman, que se quisieran muertos, pero que no pueden vivir el uno sin el otro. Este golpe lo dio el Barca, muy pronto lo devolverá el Madrid. Así es como funciona esto. 
  

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