miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿Qué le pasa a Colombia?

Por: Sebastián Nohra



En los momentos difíciles de un deporte que se practica con la cabeza pero se juega con  el corazón, la pasión no debería ser consejera de ningún razonamiento. Los mejores entrenadores suelen ser prudentes en el éxito y optimistas en el fracaso. Una selección que representa a una nación con los rasgos y particularidades de la nuestra, demanda un liderazgo que merme el fogón de la sopa de la euforia y que salga de primero al frente del pelotón de fusilamiento de la crítica. Esto es Colombia y hay que entrenarla con todo lo que ella supone.

Se fueron unos y llegaron otros

La selección que aprendió a mirar a los ojos a cualquier equipo del mundo, se construyó en el liderazgo futbolístico y humano de Pékerman, Yepes y Falcao. El defensa central de San Lorenzo se retiró después de completar un gran mundial y Falcao entre lesiones y suplencias, perdió el lugar preponderante que tenía.

Ese vació de un equipo huérfano de liderazgo recayó en la zurda de James. El nuevo líder, un chico de 23 años, asumía los hilos del equipo de manera natural: es decir, sin imposiciones del cuerpo técnico o de los dirigentes. Simplemente su jerarquía futbolística era tan superior a la del resto, que resultaba imposible obviarla. Aún no sabemos si James es ese gran gestor de grupo que un equipo necesita.

Por otro lado, las lesiones después del mundial también castigaron a los laterales. Armero cambió tres veces de equipo y Zuniga ni siquiera es convocado al banco de suplentes del Nápoles. El compañero de Sánchez en la mitad, Abel Aguilar, también ha pasado más tiempo en recuperaciones que jugando en Francia. Desde el mundial  no ha sido posible encontrar un volante de corte y confección – que recupere y de juego- a la altura de Sánchez y la selección. Pékerman ha probado con Guarin, Edwin Valencia, Torres, Alex Mejía y por distintas razones ninguno funcionó.

En este proceso de cambio hay que tener en cuenta las lesiones y sanciones de James, Cuadrado, Sánchez y Jackson. El cuerpo técnico se ha visto obligado a diseñar una transición de manera brusca. Cambiando medio equipo en menos de cinco meses y teniendo que lidiar con problemas individuales de jugadores que superan al entrenador.

Hay equipo pero no plantilla

Una eliminatoria de estas características requiere que el equipo disponga de una amplia variedad de herramientas. En Marzo será muy difícil contar con los mismos jugadores y su rendimiento individual no se puede prever. Colombia tiene jugadores de mucha calidad y opciones para hacer planteamientos muy distintos dependiendo del partido y del rival. Sin embargo, Colombia es un equipo descompensado y que tiene agujeros en varias zonas de la cancha.

El entrenador tiene seis delanteros de altísimo nivel –Bacca, Teófilo, Jackson, Falcao, Muriel, Ramos- y afortunadamente con virtudes diferentes. En la zona de creación, James, Cardona, Cuadrado, Guarin y Quintero es un grupo de volantes creativos al alcance de pocas selecciones en el mundo. Con los volantes de recuperación empieza el problema. Ya comentamos la dificultad del técnico para encontrarle pareja a Sánchez. La cruda realidad es que no hay volantes mixtos de alto nivel técnico. Mientras selecciones como Alemania y España tienen cinco pivotes de primer nivel, nosotros no tenemos ninguno.

Con los laterales ocurre algo parecido. Fabbra, Helibelton, Arias, son óptimos jugadores y sobresalientes en sus clubes. Pero muy por debajo de lo que Colombia necesita. Arias es menos que Zuniga con y sin balón. Armero durante las eliminatorias y el mundial tuvo un rendimiento parejo y en salida ofrecía mucho aire. La defensa central tiene dos buenos defensores pero cada uno con limitaciones importantes. La principal: su salida de balón. Su incapacidad para sacar el balón limpio desde atrás penaliza mucho a un equipo que se ha educado para ser protagonista desde el balón. A parte de Zapata y Murillo, no tenemos un tercer central de alto nivel.

En síntesis, Colombia es un equipo que cuenta con jugadores importantes, pero con limitaciones en zonas del campo. Tiene una selección descompensada. Es tarea de Pékerman maquillar los agujeros del equipo con táctica y trabajo si es talento lo que falta. Hay jerarquía en unas zonas pero en otras se necesita. Por eso digo que Colombia tiene equipo pero no plantilla.

Pobre volumen ofensivo

Todos los problemas que hemos discutido –liderazgo, relevo generacional, lesiones, sanciones, descompensación técnica- se han reflejado sobre todo en un aspecto del juego: volumen ofensivo. Colombia jugó cuatro partidos en la Copa América marcando un gol en 390 minutos. Fue anotado por un defensa después de un rebote en un tiro de esquina. Contra Venezuela se disparó dos veces a puerta, contra Perú una y contra Argentina una.

En las cuatro fechas de eliminatorias, el equipo ha metido tres goles en cuatro partidos. En los juegos contra Uruguay y Argentina el rendimiento ofensivo fue muy pobre, el equipo no generó en ninguno de los dos partidos una opción clara de gol. Colombia no pisa el área, ya no construye paredes que rompan líneas, los pelotazos de los centrales son muy imprecisos, la estrategia a balón parado es insulsa y débil. Por supuesto que la pobreza ofensiva no debe reducirse a los delanteros. Es producto del juego y de una cantidad de variables más influyentes que el rendimiento de un delantero en particular o de un planteamiento.

Considero que la mayor conquista de la era Pékerman no es haber clasificado al mundial después de tantos años, ni haber sido quinta en un mundial. Tampoco haber sido cabeza de serie por primera vez en la historia, ni haber estado mucho tiempo en el top 3 del ranking de la FIFA. La mayor conquista es haber dotado al fútbol nacional de una autoestima y un convencimiento que nunca tuvo. Haber dotado a la selección de un coraje y una confianza que le permitiera aguantarle la mirada a cualquier equipo. De pararse, querer el balón y ser protagonistas en cualquier estadio. De imponer su fútbol soslayando el apellido del rival.  Ahora que hay tantas dificultades, quizá sea el momento de construir un equipo menos ambicioso. Uno menos lírico y vistoso y más consecuente con su realidad y sus posibilidades.

Una espátula sirve para construir un cuadro pero también para pegar ladrillos. En el fútbol ocurre lo mismo.


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