Por: Sebastián Nohra
En los
momentos difíciles de un deporte que se practica con la cabeza pero se juega con el
corazón, la pasión no debería ser consejera de ningún razonamiento. Los mejores
entrenadores suelen ser prudentes en el éxito y optimistas en el fracaso. Una
selección que representa a una nación con los rasgos y particularidades de la
nuestra, demanda un liderazgo que merme el fogón de la sopa de la euforia y que
salga de primero al frente del pelotón de fusilamiento de la crítica. Esto es
Colombia y hay que entrenarla con todo lo que ella supone.
Se fueron unos y
llegaron otros
La
selección que aprendió a mirar a los ojos a cualquier equipo del mundo, se
construyó en el liderazgo futbolístico y humano de Pékerman, Yepes y Falcao. El
defensa central de San Lorenzo se retiró después de completar un gran mundial y
Falcao entre lesiones y suplencias, perdió el lugar preponderante que tenía.
Ese vació
de un equipo huérfano de liderazgo recayó en la zurda de James. El nuevo líder,
un chico de 23 años, asumía los hilos del equipo de manera natural: es decir,
sin imposiciones del cuerpo técnico o de los dirigentes. Simplemente su
jerarquía futbolística era tan superior a la del resto, que resultaba imposible
obviarla. Aún no sabemos si James es ese gran gestor de grupo que un equipo
necesita.
Por otro
lado, las lesiones después del mundial también castigaron a los laterales.
Armero cambió tres veces de equipo y Zuniga ni siquiera es convocado al banco
de suplentes del Nápoles. El compañero de Sánchez en la mitad, Abel Aguilar, también
ha pasado más tiempo en recuperaciones que jugando en Francia. Desde el
mundial no ha sido posible encontrar un volante de corte y confección – que recupere
y de juego- a la altura de Sánchez y la selección. Pékerman ha probado con
Guarin, Edwin Valencia, Torres, Alex Mejía y por distintas razones ninguno
funcionó.
En este
proceso de cambio hay que tener en cuenta las lesiones y sanciones de James,
Cuadrado, Sánchez y Jackson. El cuerpo técnico se ha visto obligado a diseñar
una transición de manera brusca. Cambiando medio equipo en menos de cinco meses
y teniendo que lidiar con problemas individuales de jugadores que superan al entrenador.
Hay equipo pero no
plantilla
Una
eliminatoria de estas características requiere que el equipo disponga de una
amplia variedad de herramientas. En Marzo será muy difícil contar con los
mismos jugadores y su rendimiento individual no se puede prever. Colombia tiene
jugadores de mucha calidad y opciones para hacer planteamientos muy distintos
dependiendo del partido y del rival. Sin embargo, Colombia es un equipo
descompensado y que tiene agujeros en varias zonas de la cancha.
El
entrenador tiene seis delanteros de altísimo nivel –Bacca, Teófilo, Jackson,
Falcao, Muriel, Ramos- y afortunadamente con virtudes diferentes. En la zona de
creación, James, Cardona, Cuadrado, Guarin y Quintero es un grupo de volantes
creativos al alcance de pocas selecciones en el mundo. Con los volantes de
recuperación empieza el problema. Ya comentamos la dificultad del técnico para
encontrarle pareja a Sánchez. La cruda realidad es que no hay volantes mixtos
de alto nivel técnico. Mientras selecciones como Alemania y España tienen cinco
pivotes de primer nivel, nosotros no tenemos ninguno.
Con los
laterales ocurre algo parecido. Fabbra, Helibelton, Arias, son óptimos
jugadores y sobresalientes en sus clubes. Pero muy por debajo de lo que
Colombia necesita. Arias es menos que Zuniga con y sin balón. Armero durante
las eliminatorias y el mundial tuvo un rendimiento parejo y en salida ofrecía
mucho aire. La defensa central tiene dos buenos defensores pero cada uno con
limitaciones importantes. La principal: su salida de balón. Su incapacidad para
sacar el balón limpio desde atrás penaliza mucho a un equipo que se ha educado
para ser protagonista desde el balón. A parte de Zapata y Murillo, no tenemos
un tercer central de alto nivel.
En
síntesis, Colombia es un equipo que cuenta con jugadores importantes, pero con
limitaciones en zonas del campo. Tiene una selección descompensada. Es tarea de
Pékerman maquillar los agujeros del equipo con táctica y trabajo si es talento
lo que falta. Hay jerarquía en unas zonas pero en otras se necesita. Por eso
digo que Colombia tiene equipo pero no plantilla.
Pobre volumen ofensivo
Todos los
problemas que hemos discutido –liderazgo, relevo generacional, lesiones,
sanciones, descompensación técnica- se han reflejado sobre todo en un aspecto
del juego: volumen ofensivo. Colombia jugó cuatro partidos en la Copa América
marcando un gol en 390 minutos. Fue anotado por un defensa después de un rebote
en un tiro de esquina. Contra Venezuela se disparó dos veces a puerta, contra
Perú una y contra Argentina una.
En las
cuatro fechas de eliminatorias, el equipo ha metido tres goles en cuatro
partidos. En los juegos contra Uruguay y Argentina el rendimiento ofensivo fue
muy pobre, el equipo no generó en ninguno de los dos partidos una opción clara
de gol. Colombia no pisa el área, ya no construye paredes que rompan líneas,
los pelotazos de los centrales son muy imprecisos, la estrategia a balón parado
es insulsa y débil. Por supuesto que la pobreza ofensiva no debe reducirse a
los delanteros. Es producto del juego y de una cantidad de variables más
influyentes que el rendimiento de un delantero en particular o de un
planteamiento.
Considero
que la mayor conquista de la era Pékerman no es haber clasificado al mundial después
de tantos años, ni haber sido quinta en un mundial. Tampoco haber sido cabeza
de serie por primera vez en la historia, ni haber estado mucho tiempo en el top
3 del ranking de la FIFA. La mayor conquista es haber dotado al fútbol nacional
de una autoestima y un convencimiento que nunca tuvo. Haber dotado a la
selección de un coraje y una confianza que le permitiera aguantarle la mirada a
cualquier equipo. De pararse, querer el balón y ser protagonistas en cualquier
estadio. De imponer su fútbol soslayando el apellido del rival. Ahora que hay tantas dificultades, quizá sea
el momento de construir un equipo menos ambicioso. Uno menos lírico y vistoso y
más consecuente con su realidad y sus posibilidades.
Una
espátula sirve para construir un cuadro pero también para pegar ladrillos. En
el fútbol ocurre lo mismo.
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