Por Alejandro Escorcia
@alescorci
Texto original publicado en la Revista El Escorpión (@elescorpión)
En el país donde desemboca el rio Niger, se rumora que los futbolistas
no envejecen. Sin embargo, es difícil saberlo con certeza cuando los años no
valen lo mismo y la edad se ha convertido en un fraude. La trampa sistemática ha afectado el fútbol de una nación donde los niños son las estrellas y los
mayores son fantasmas.
Una noche septembrina un grupo de
jóvenes nigerianos llegó a su país con el pecho en alto y la mirada orgullosa a
disfrutar los frutos de sus esfuerzos. El acontecimiento: campeones del Mundial
Sub-17 Corea del Sur 2007. El aire espeso y la humedad a flor de piel se hicieron
presentes para ver la llegada de la selección mientras la lluvia torrencial
caía y caía sin mostrar ánimos de marcharse. Un pequeño séquito se había reunido
a recibir a los muchachos galardonados en el aeropuerto. Entre ese grupo, una
mujer con sus dos hijos esperaba con ansias. Se abrieron las puertas y los 21 futbolistas
pisaron con el paso firme de campeón su tierra natal. La joven, nerviosa, no
pudo detener a su hija que entre brazos y piernas se abrió paso para correr con
la libertad de los niños y saltar sobre uno de los jugadores. Laide Okanlawon, que
atajó goles durante todo el campeonato, ahora atajaba todo el cariño de la
niña. A semejante manifestación de amor se sumó la joven y el otro hijo. Era un
abrazo familiar. Todos estaban orgullosos de Okanlawon: su esposa y sus hijos
lo recibían en el aeropuerto para felicitarlo por haber ganado el Mundial Sub
17 de Corea del Sur 2007.
Así son las cosas. El registro de
nacimiento de Laide Okanlawon anota que nació el 30 de diciembre de 1990. Su
registro de matrimonio consta que celebró su unión en el 2004. Es decir que el
portero que salió campeón del mundo en su categoría a los 16 años, se casó
alrededor de los 14 y logró que su esposa concibiera dos hijos antes de
disputar el campeonato. No hay que ser demasiado perspicaz para darse cuenta
que simplemente los hechos no cuadran. No hay forma de que con tan sólo 16
primaveras encima Laide Okanlawon haya dado vida a las dos criaturas que
caminando por sí mismas lo recibieron en
el aeropuerto. Podríamos teorizar para hacer que las cuentas cuadren, pero el
ejercicio caería en el reino de la justificación para verse el esfuerzo en vano.
A decir verdad, cuando al caso de Okanlanwon le sumamos otras historias de vida
similares, un patrón resulta evidente: el fútbol en Nigeria no cree en edades.
El tema es sencillo: Okanlawon
nació once años antes de lo anotado en sus papeles falsos y los jugadores no
tienen la edad que dicen tener. No es este un tema de camerinos. Se trata de un
problema latente que ha levantado serias especulaciones desde que los
nigerianos empezaron a destacarse en el escenario del futbol mundial juvenil en
la decada del ochenta. Los casos abundan y algunos de sus protagonistas son
célebres futbolistas. Nwankwo Kanu, el legendario excapitán de la selección
nigeriana y héroe del Arsenal inglés, siempre estuvo envuelto en rumores sobre
su verdadera edad. Oficialmente Kanu nació en 1976. Sin embargo, durante el
Mundial de 2010 se sospechó que era en realidad nueve años mayor, por lo que
tendría 42 en vez de los 33 que decía tener en ese entonces. Obafemi Martins es
otro ejemplo reconocido. Referente del fútbol nigeriano, el actual delantero de
los Seattle Sounders que pasó por clubes como el Inter de Milán y el Newcastle
United, dice tener 31 años, y sin embargo la misma Federación Nigeriana de
Fútbol (NFF) ha afirmado que Martins pudo haber nacido en 1974. De ser cierto,
el atacante de las celebraciones gimnásticas tendría en realidad 41 años. Por
otro lado, durante la carrera de Jay Jay Okocha se rumoró que era 10 años mayor
de lo que certificaba su registro, mientras que en 2001, Taribo West llegó al
F.K. Partizan Belgrado afirmando que tenía 28, pero el cuerpo médico, dado el
estado de su cuerpo, sospechaba que tenía 40.
Hace más de 20 años que este
fraude se realiza sistemáticamente. A finales de la década de los ochenta, la selección
nigeriana fue sancionada por la FIFA tras el descubrimiento de que Andrew Uwe,
Samson Siasia y Dahiru Sadi, que participaron en los Munidales Sub-20 de México
83 y de Moscú 85, falsificaron su edad para participar en los Olímpicos de Seúl
88. Las ‘águilas verdes’ fueron sancionadas y obligadas a ver todas las
competiciones de la FIFA desde la casa durante dos años. La condena se cumplió,
pero resultó ser vacía: el fraude no acabó y simplemente mutó para persistir
como un cáncer en el futbol de Nigeria.
Tras el incidente, los nigerianos
se cuidaron de hacer trampa con mayor sutileza y todos los rumores sobre la
falsificación de edades se quedaron en el indolente campo de la especulación. Pero
los hechos son groseros y gritan fraude desde el fondo de sus pulmones. Nigeria
sigue en la élite del futbol juvenil llevándose el título de campeón mundial en
los Sub -17 de 1985, 1993, 2007, 2013 ahora hay que sumarle el del 2015 que
ganó este domingo pasado. Sin embargo, los galardones de esas juventudes están
manchados de sospechas y los protagonistas de las ediciones más antiguas se han
perdido en el anonimato.
Un extenso historial de fraudes juveniles
En la final de la Copa del Mundo
Sub-20 Arabia Saudita 89, se enfrentaron Portugal y Nigeria. Los jóvenes africanos
eran los favoritos tras su épico encuentro en cuartos de final cuando
remontaron un 4-0 y le ganaron en la tanda de penales a la Unión Soviética. Los
lusos les pasaron por encima a los africanos con dos tantos. Sin embargo, a
pesar de la derrota, se esperaba que ambos equipos de aquella generación
sorprendieran en un futuro cercano. Los portugueses cumplieron su promesa y de
esa ‘generacion dorada’ aportaron a la cumbre del fútbol a Joao Pinto, Rui
Costa y Luis Figo. Por su parte, los africanos quedaron en deuda. De esa
generación tan solo Christopher Ohenhen y Mutiu Adepujugo sacaron tímidamente la cara por su país y dieron el
salto a las inferiores del Real Madrid (sin saber que se sería el momento más
alto de sus carreras). Mientras el esperado clímax de los portugueses se
materializó años después fijando sus nombres en el imaginario del fútbol
mundial, los nigerianos no tuvieron un florecer esperado y su fútbol se estancó
en un charco de decepciones.
El anterior es tan solo un
ejemplo de las constantes desilusiones que las promesas de la juventud
nigeriana le han llevado a sus aficionados. La realidad es que las generaciones
jóvenes de futbolistas en Nigeria se han caracterizado por no cumplir la curva
de desarrollo normal de un jugador. En el 85, Fatai Atere, un niño de catorce
años, aterró a los espectadores con su talento y sacó campeón a Nigeria del Mundial
Sub-17 en la primera edición del mismo. Dos años después, lideró la campaña hacia
el subcampeonato en el mismo torneo. Sin embargo, tres años más tarde, a sus
18, Atere se desapareció de las canchas y no volvió a jugar profesional.
Similar es la historia de Peter Ogaba, que a sus 13 quedó subcampeón del
Mundial Sub-16 y al año siguiente jugó la copa Sub-20 en Arabia Saudita. Cuatro
años después nadie sabía de él. Y qué decir de Phillip Osondu. El resplandeciente
delantero que llegó al Anderlecht tras recibir los laureles y el Balón de Oro en el Sub-16 del
87 no logró cumplir las expectativas del club. Dicen que terminó vendiendo
telas y limpiando vidrios en el aeropuerto de Brujas. Las historias abundan
como la lluvia nigeriana en temporada y el monzón borra los nombres de los
brillantes muchachos que crecieron para convertirse en fantasmas. Pasa la
lluvia y pasan los jugadores pero el fraude sigue inerte, estable, eludiendo el
protagonismo en el trasfondo de una escena futbolística marcada por el engaño.
Es cierto, la FIFA ha tomado
medidas. En el 2009, para el mundial Sub-17 que tuvo como sede el mismo
Nigeria, la FIFA decidió implementar el uso de resonancias magnéticas para
determinar la verdadera edad de los futbolistas. El examen consiste en realizar
una resonancia de la muñeca del jugador que, según criterios médicos, puede
determinar con un 99% de certeza la edad del jugador. Cuando se impuso la
medida, se anunció públicamente que se haría de forma aleatoria. Entonces, 15
jugadores de los ya convocados para representar a Nigeria fueron retirados del
plantel. 15. Incluyendo al capitán y la promesa internacional Fortune Chukwadi.
El acto habla por sí solo.
Con ese mecanismo desabrido se
batieron un par de batallas contra el fraude, pero la problemática ha
trascendido el alcance de la prohibición y la medida no logró permear el
epicentro del problema: la corrupción y la negligencia por parte de las
organizaciones nigerianas. Hay una mentalidad corrupta dentro de la escena
futbolística en Nigeria. Lo saben los
jugadores, los saben los entrenadores, lo saben los directivos de la
Federación, y lo que es peor, lo saben los hinchas nigerianos.
En 2010, soplaron por el país los aires del
inconformismo cuando la selección absoluta alcanzó tímidamente un tercer lugar en
la Copa Africana de Naciones. Si bien es cierto que los ‘verdiblancos’
subieron al podio, un sabor amargo fue el denominador común en los paladares de
la gente. Después de que el equipo volviera de Angola, Ken Augweje, un miembro
de la junta directiva de la Federación Nigeriana, dijo públicamente: “Nuestros
muchachos son viejos, estamos pagando el precio por mentir tanto respecto de
las edades de los futbolistas”, a lo que Anthony Kojo Williams, cabeza de la
Federación a finales de los noventa, agregó
de forma lapidaria: “Siempre hacemos
trampa. Es un hecho.”
Algunas voces de discordia se
pronunciaron desde el anonimato pero la hipocresía primó sobre la denuncia.
Nadie tuvo el coraje de señalar lo obvio. Nadie excepto Adokiye Amesiamaka. En
el 2009, el exfutbolista de la selección nigeriana y actualmente abogado de
renombre en ese país, denunció que Fortune Chukwadi -el capitán que fue
retirado del plantel junto con otros catorce jugadores ese mismo año- estuvo en
el 2002 en las inferiores de los Sharks cuando tenía 18. El país entero le cayó encima. Lo tildaron de
ser un celoso exfutbolista frustrado que solo quería acabar con las ilusiones
de los ‘niños’ a través de su resentimiento y odio hacia el país.
No hay una intención genuina de
acabar con el fraude y quienes tienen las herramientas para terminar con ello
son en realidad los más interesados en perpetuarlo. ¿Quiénes ganan? Ganan adultos
que sobresalen como faros de talento entre los niños en formación pero cuyas
habilidades se perderían en el mar del promedio de sus categorías reales; ganan
los empresarios y representantes, cuyo lucrativo negocio se beneficia de esos
futbolistas sobrevalorados que son vendidos como un diamante en bruto; y finalmente,
ganan los directivos, pues las ‘promesas’ dejan en alto el nombre de Nigeria en
las categorías juveniles y la Federación recibe los premios en dinero dinero otorgados
por la FIFA. Es un negocio redondo.
¿Y quiénes pierden? Pierden los
clubes que compran los jugadores esperando formarlos como futbolistas de élite
y terminan con un jugador que al cabo de un par de años no ha progresado y tampoco
podrá venderse por más de lo que pagaron; pierde la hinchada nigeriana en
general, que se llenan de expectativas esperando que los jóvenes campeones
lleguen a jugar un mundial con la selección absoluta y hagan un papel
memorable; finalmente, pierde y sufre el fútbol, pues la falta de
investigaciones serias por parte de los organismos de control y las omisiones
culposas por parte de la Federación y los clubes terminan por perpetuar la
trampa y alentar la competencia desleal: es un fraude que mancha la pelota.
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